La decepción de los nuevos grandes innovadores
Por Raúl Alfonso Rodríguez Perales. Estudia el 5.° semestre de la Licenciatura en Letras y la Licenciatura en Filosofía. UDEM.
En la sociedad actual, los nuevos grandes innovadores se han convertido en símbolos de éxito y progreso. Sin embargo, en los últimos años, varias de estas figuras públicas han sido objeto de críticas por sus acciones no éticas, que van desde el engaño a los inversores hasta el aumento de los precios de los medicamentos.
Elizabeth Holmes, Sam Bankman-Fried, Adam Neumann, Martin Shkreli y Elon Musk son algunos de los nombres más conocidos en esta lista de magnates. Su ambición por el dinero, el poder y la fama los ha llevado a comportamientos no éticos, lo que nos invita a reflexionar sobre la relación entre la ambición desmesurada y sus efectos en el desarrollo social.
El auge del utilitarismo
La ética es un tema cada vez más relegado en la sociedad, especialmente dentro del ámbito empresarial y tecnológico. El auge de la tecnología y la globalización ha llevado a un aumento en la competencia, lo que ha generado una mayor presión para obtener resultados positivos a cualquier costo.
En este contexto se ha observado un incremento del utilitarismo, una teoría ética que sostiene que la acción correcta es aquella que produce la mayor felicidad para el mayor número de gente. Sin embargo, esta teoría genera problemas en la práctica, especialmente cuando se trata de maximizar la rentabilidad financiera a corto plazo, en detrimento de consideraciones éticas más profundas. Muchos de los innovadores previamente mencionados han sido acusados de actuar en beneficio propio a expensas de los demás, incluyendo a sus inversores, clientes y empleados.
Elizabeth Holmes, fundadora de Theranos, engañó a los inversores y al público al afirmar que su empresa podía realizar pruebas de diagnóstico con una simple gota de sangre, cuando en realidad la tecnología no funcionaba. Sam Bankman-Fried, fundador de FTX, ha sido criticado por el aumento de los precios de las criptomonedas en su plataforma, lo que ha llevado a acusaciones de manipulación del mercado. Adam Neumann, fundador de WeWork, también ha sido objeto de reproches por su liderazgo autoritario y la forma en que manejó la salida a bolsa de la compañía. Martin Shkreli, exCEO de Turing Pharmaceuticals, aumentó el precio de un medicamento vital para pacientes con VIH en un 5,000 %, lo que provocó indignación en el mundo. Finalmente, Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, ha sido criticado por su comportamiento errático y poco profesional en Twitter, y por la falta de transparencia en la toma de decisiones de sus empresas.
Todos estos innovadores parecen haber sido impulsados por una ambición desmedida y han demostrado una falta de consideración por las consecuencias sociales, económicas e incluso políticas de sus acciones. Debido a esto, es importante considerar cómo una educación que se enfoca en el colectivo podría ayudar a contrarrestar estas conductas poco éticas.
Educación centrada en el bien comunitario
Este tipo de educación se centra principalmente en fomentar valores y habilidades que promuevan el bienestar colectivo, en lugar de enfocarse únicamente en el éxito individual. Esta perspectiva se basa en la idea de que la educación no solo debe enseñar conocimientos y habilidades, sino también valores éticos y sociales que contribuyan a construir una sociedad más justa y equitativa.
Alasdair MacIntyre es un referente importante en la discusión sobre la educación centrada en el bien comunitario. En su libro Tras la virtud (1981), MacIntyre argumenta que la moralidad y la ética no son solo cuestiones de elección individual, sino que están arraigadas en las tradiciones y prácticas comunitarias. Por esta razón, una educación centrada en el bien comunitario debería enfocarse en enseñar a los estudiantes a comprender su papel dentro de la comunidad y cómo sus acciones impactan en el bienestar colectivo.
Otra figura importante en la discusión sobre esta educación es Paulo Freire, cuyo trabajo se centra en la educación popular como una herramienta para la liberación y el cambio social. En su obra Pedagogía del oprimido (1968), Freire establece que la educación debe ser un proceso de diálogo y reflexión crítica que permita a los estudiantes comprender su realidad y participar activamente en transformar su comunidad. En conjunto, tanto MacIntyre como Freire sugieren que la educación centrada en el bien comunitario puede ser una herramienta poderosa para fomentar una cultura de liderazgo ético y responsable. Una educación que promueva la reflexión crítica, el diálogo y el compromiso con la comunidad es capaz de ayudar a formar líderes capaces de abordar los problemas sociales desde una perspectiva ética y centrada en el bienestar colectivo.
En lugar de destacar el éxito individual y la competencia, una educación centrada en el bien comunitario enfatiza la colaboración, la empatía y la responsabilidad social. Los estudiantes aprenden a pensar críticamente sobre los problemas sociales y ambientales, y a considerar cómo sus acciones pueden afectar a los demás. También se les enseña a trabajar en equipo, a comunicarse de manera efectiva y a tomar decisiones basadas en principios morales y éticos. Al centrarse en la comunidad, la educación puede ayudar a contrarrestar los comportamientos no éticos observados en algunos innovadores.
La lógica como arma de resistencia
La lógica, a nivel personal, puede ser una herramienta útil para abordar el contexto de los innovadores actuales. La lógica nos permite analizar y evaluar argumentos y afirmaciones en un marco riguroso y sistemático, lo que ayuda a identificar y resistir el razonamiento falaz y las posturas poco éticas. Por ejemplo, la falacia del falso dilema, que implica presentar solo dos opciones mutuamente excluyentes, puede ser utilizada por los innovadores para justificar acciones poco éticas. Si se presenta una falsa dicotomía entre éxito financiero y responsabilidad social, es factible argumentar que el éxito financiero es la única opción viable, lo que puede justificar acciones poco éticas en nombre de la maximización de las ganancias.
Al analizar y evaluar los argumentos de los innovadores, es posible identificar estas falacias y argumentar en contra de ellas utilizando un marco lógico riguroso. Además, la lógica también puede ser útil para estimar las consecuencias de las acciones de los innovadores en la sociedad en general. La lógica nos permite razonar sobre las implicaciones de estas acciones y evaluar si son éticamente aceptables en el contexto de una comunidad más amplia. Al hacerlo, podemos resistir los comportamientos no éticos y fomentar una cultura de responsabilidad social y moral en la innovación y el liderazgo empresarial.
Las tendencias educativas en México, ¿cuáles son las posibilidades?
Las tendencias educativas actuales pueden tener un impacto significativo en la relación entre la ambición desmesurada y la ética. En particular, una educación centrada en el bien comunitario y la responsabilidad social fomenta una cultura de liderazgo empresarial y tecnológico ético, mientras que un enfoque centrado en la maximización de la rentabilidad financiera a corto plazo perpetúa los comportamientos no éticos.
En México, los modelos educativos actuales han sido objeto de críticas por su falta de enfoque en el bien comunitario y la responsabilidad social. En particular, el enfoque en la evaluación estandarizada y la memorización de información fomenta una cultura de competencia individualista.
Esto se ejemplifica por medio de la maximización de las calificaciones y las ganancias a corto plazo. Es importante seguir explorando y apoyando estas iniciativas para construir una sociedad más ética y justa. Como conclusión, presento algunas preguntas para reflexionar sobre este tema: ¿cómo podemos fomentar la ética en la sociedad actual?, ¿de qué manera podemos contrarrestar el utilitarismo?, ¿cómo puede la educación ayudar a contrarrestar el aspiracionismo moderno?, ¿cuáles son las consideraciones éticas más profundas que debemos tener en cuenta al tomar decisiones importantes?