Honrar la vida celebrando la muerte
Por Yesenia Reyes, colaboradora UDEM en Dirección de Comunicación y Mercadotecnia
Recuerdo muy bien la primera vez que mi madre me dejó encender una de las veladoras que colocaríamos en el altar de muertos. Tenía 7 años y me emocionaba mucho ese ritual que hacíamos todos los años para ofrecerles luz a los que se nos habían adelantado en el camino. Gabriel García Márquez dijo que “la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”: una idea que pudiera describir el sentido que tiene la celebración del día de muertos en México.
Honrar a la muerte forma parte de nuestra cultura desde la época prehispánica. Cuando alguien moría, se organizaba una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán y se ofrendaba la comida que le agradaba en vida, todo esto bajo la creencia de que podría llegar a sentir hambre.
En la visión indígena, el Día de Muertos es el regreso transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes vuelven para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece y convivir con sus seres queridos que colocan altares en su honor. En mi memoria tengo muy presente las emociones que sentía cuando iba colocando las fotos de mis abuelos y después las gorditas de maíz, los panes de muerto, el dulce de coco y varias delicias que tanto les gustaban. Me alegraba poner en práctica mis habilidades para hacer papel picado y, mientras iba cortando, escuchar los recuerdos de mis padres para sentir cerquita a los que se fueron.
Conforme fui creciendo me hizo más sentido que en esta celebración la muerte no representa una ausencia, sino a una presencia viva; la muerte es el símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. Su origen está armonizado entre los rituales católicos traídos por los españoles, y la conmemoración que los indígenas realizaban desde tiempos prehispánicos; es decir, las culturas antiguas y pueblos originarios de nuestro país, migraron la veneración de sus muertos al calendario cristiano que coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario de México.
Esta celebración se lleva a cabo en los días 1 y 2 de noviembre, dividiéndolo acorde al calendario católico: el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, un día dedicado a los “muertos chiquitos” o niños, y el 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos.
Cada año familias como la mía colocan altares decorados con flores de cempasúchil, calaveritas de azúcar y, al igual que en tiempos prehispánicos, colocamos copal para aromatizar el lugar y mostrar a nuestros muertos que no los hemos olvidado.
El Día de Muertos tiene variantes dependiendo la región o el estado. En Michoacán el Lago de Patzcuaro es uno de los lugares más emblemáticos. El festejo comienza en las casas con la preparación de los alimentos preferidos para sus difuntos. En las calles hay festivales con cánticos y música tradicional como la danza de los pescadores. Sin embargo, el espectáculo principal es por la noche cuando los pescadores salen en sus balsas iluminando el camino con veladoras encendidas.
Cerca de la medianoche del 1 de noviembre, se observan procesiones hacia el panteón de Tzirumútaro, ubicado en la punta de la isla de Janitzio, donde mujeres y niños caminan silenciosamente hacia el encuentro de sus difuntos acompañados de velas y antorchas. En el panteón se les recibe con un arco lleno de flores y veladoras, como si simbolizara un portal por el camino por el cual los muertos regresan al mundo de los vivos. Finalmente, cada familia disfruta de sus altares decorados con increíble detalle.
En la Alcaldía de Tláhuac, dentro de la Ciudad de México, hay un pequeño poblado llamado Mixquic, uno de los lugares más visitados durante estos días por su celebración y la feria del pueblo. Ahí, el 2 de noviembre, destaca la “La Alumbrada”, donde miles de velas iluminan las tumbas decoradas con flores. Oaxaca también se reconoce por su celebración, pues los altares se adornan con un mantel blanco o papel picado y se dividen en escalones, teniendo cada uno un significado especial.
En 2008, la UNESCO declaró esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por su importancia y significado.
Si nunca has experimentado el Día de Muertos, quizás estas letras te hayan despertado la curiosidad de hacerlo. Aprovecha la oportunidad de celebrar la vida honrando la muerte. Ya sea que lo hagas en compañía de tu familia o como un proyecto personal. Prepárate para dar la bienvenida a tus seres queridos que vuelven del más allá. ¡Feliz Día de Muertos!