De los sueños a la acción: vision board


Escribo en el presente. Me considero una persona obsesiva por la escritura del registro. Desde mis tiempos de estudiante creaba diarios visuales. Libretas que ahora, con un par de décadas de diferencia, al tener lectura de ellas, me desdoblan de forma similar a como lo hago en el diván de mi analista. 

En estas libretas habitan los pensamientos plasmados de una persona perdida, en crecimiento y en cambio constante. Esos pensamientos conviven con boletos de conciertos, fotografías instantáneas, dibujos y collages que ilustran la forma en que percibía aquel mundo que ahora parece distante.

Pienso en el vision board, no tanto como una visualización hacia el futuro. Más bien, me gusta proyectarlos hacia la memoria, hacia el registro y en distintos tiempos para ubicarnos con mayor claridad en el presente, que me parece, es lo único que tenemos realmente. 

Cada año tengo el ritual de iniciar una nueva agenda. La preparo a mi gusto; le pego stickers, fotografías impresas en baja calidad, fotocopias, colores y recortes que he ido acumulando a lo largo del tiempo. Escribo en presente. Si bien, en algunos momentos me funciona proyectar deseos hacia el futuro, me parece que escribir desde el presente y para el presente, es un acto de resistencia absoluta en un mundo que exige proyectarnos constantemente hacia un ideal, hacia una expectativa. 

En mi espacio de trabajo en la pared, tengo un clipboard con páginas cuadriculadas y milimétricas que he reciclado de mis agendas anteriores, nada elaborado ni elegante. Ese clipboard es el espacio más parecido a lo que sería un vision board en rigor. Ahí escribo, a mano con letra cursiva, algunos deseos que mantengo al menos por un par de meses. Me parece que mantener deseos a corto plazo, nos va encaminando con mayor certeza hacia nuestras más profundas intenciones. 

Acompaño cada hoja con recortes de frases o personas que me inspiran. El inicio de este 2025, comienza con el deseo de retomar dos manuscritos que llevo trabajando desde hace cinco años, lo acompaña la fotografía en blanco y negro de mi autor favorito del momento, Alejandro Zambra con su gatita mirando desde la ventana.

En meses anteriores, hay collages con personas como Patti Smith, Susan Sontag, el equipo de fútbol Tigres femenil, frases de canciones que me gustan y esta frase potente de Marguerite Duras de su libro Escribir: “Para escribir hay que ser más fuerte que una misma, hay que ser más fuerte que lo que se escribe”.

Entonces, ¿cuál es el propósito de todo esto? ¿Cuál es el propósito de las libretas, de los stickers, de los recortes pegados en la pared? ¿De los visions boards? ¿Qué fin tiene todo esto? En esencia, me parece que es una forma de reconectarnos, de plasmarnos y enunciarnos en tiempo presente. Todos estos elementos constituyen una brújula que nos ubica en el tiempo y en el espacio. Al leernos con suficiente distancia y con algo de suerte,  nos podemos reconocer como personas únicas, multidimensionales y cambiantes.

El antropólogo Marc Augé aborda el concepto de los “no lugares” como un sitio en donde no se vive, solo se transita y en donde se habita de forma solitaria y anónima. Me suena mucho a la forma en que hemos vivido como sociedad en las últimas décadas. Para mí, la creación de las libretas, de los visions boards, de las agendas o como lo gustes llamar, es, en última instancia, la conservación y la construcción de los lugares.

Personalmente, la creación de libretas desde hace tanto tiempo, pegar recortes y frases en mi pared me ha dado un sentido de dirección y de bienestar, pero también me ha regalado un fuerte anhelo por conservar un lugar ante la constante pérdida de lugares a la que nos enfrentamos en estos tiempos.