La cámara para los intrépidos

Por: Abril Garza, Coordinadora del Departamento de Diseño y Multimedia. UDEM.

¿Por qué nos fascina ver una cámara fotográfica? Desde que era niña, las cámaras significaban algo para mí. No sabía exactamente qué, pero al ver una, quedaba fascinada y sorprendida. Había algo en ellas que me atrapaba sin explicaciones.

Recuerdo que mi papá no me dejaba tocar ninguna de las cámaras que teníamos en casa. Eran objetos demasiado valiosos, casi sagrados. No confiaban en mí.

Crecí sin saber cómo funcionaba una cámara de rollo. No conocía el precio de los carretes, ni cómo se encendía un flash, ni cómo se tomaba una foto. Mucho menos sabía cómo manipular la película.

Crédito: Cortesía.

Mi primera cámara fue digital. Usaba disquetes como memoria. Me duró bastante, hasta que un día simplemente dejó de encender. Decidí abrirla, quitar esos tornillitos, como si pudiera arreglarla o salvarla de algo pero no pude. Entonces entendí que quizás por eso desconfiaban de mí.

No tuve otra cámara hasta hoy. Me regalaron una instantánea, que, en mi opinión, parece hecha para niños. No me molesta. Es fácil de usar (mi hermana, diez años menor, me ayudó a encenderla).

Crédito: Cortesía.

Hablando de ella, cinco años atrás comenzó a interesarse por los dispositivos de película. Ha tenido varias: una digital y otras instantáneas. Es fascinante verla manipular esos objetos. Siento envidia.

Aún no comprendo del todo esta sensación. La reconozco: es vieja, casi como yo. Pero no la entiendo.

Primero: el objeto en sí me resulta intrigante, misterioso, y al mismo tiempo vulnerable. Segundo: sostener la cámara con ambas manos provoca una emoción difícil de describir. Tercero: verme en el espejo con la cámara frente a mi rostro me genera incertidumbre. Cuarto: mirar a través del lente me da algo fugaz, una breve sensación de control.  Quinto: observar la imagen capturada puede provocarme cualquier emoción, la que sea.

La cámara me invita personalmente a sentir, sin exigirme nada. Y si no siento de inmediato, me inquieto, me frustro. Luego me contengo. Y vuelvo a mirar.

Porque eso es: puedo volver a mirar lo retratado, porque la imagen ya está.

Crédito: Cortesía.

Hace poco escuché a Juan Rodrigo Llaguno, fotógrafo mexicano, expresar lo valioso que era tener registro de las fotografías en físico. Qué valioso fue para mí escucharlo, después de tantos años en que la sociedad me insistía en guardar todo en digital. 

En la realidad, tangible y presente es y será a pesar del tiempo, a pesar de los cambios algo que existe en la instantánea. Como nuestro View-Master de los noventas, un registro que nos invita a soñar despiertos y sentir algo parecido a la magia en muchos casos. O quizás sentir otra cosa, algo diferente.