Amistad en la era digital

¿Alguna vez te has preguntado cómo han cambiado nuestras relaciones de amistad con la llegada de las redes sociales? La respuesta, sin duda, es que han experimentado una transformación profunda, especialmente en las últimas décadas y, más aún, después de la pandemia, a medida que se ha incrementado el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Hoy en día, podemos tener cientos, incluso miles de “amigos” en redes sociales, pero ¿cuántos de ellos son verdaderamente cercanos o, incluso, a cuántos conocemos realmente? Las redes sociales nos han abierto un mundo de posibilidades para conectar con personas de cualquier lugar del mundo, pero también han generado nuevas preguntas sobre la autenticidad de nuestras relaciones.

Para reflexionar sobre este tema, es importante analizar nuestra definición de amistad y, más específicamente, cuál es su función. Al respecto, se dice que la amistad es un tipo de relación que se caracteriza por un vínculo afectivo entre dos o más personas, con un interés y cuidado mutuo.

Crédito: Cortesía.

Sin embargo, en las redes sociales, la amistad parece construirse a través de solicitudes de conexión y del acceso a la información que decidimos publicar. Esto nos lleva a cuestionarnos: ¿cuál es la posibilidad de establecer relaciones significativas y profundas en una red donde solo mostramos lo que más nos conviene?

En el universo virtual de las redes sociales, la amistad se construye a partir de intereses comunes, como un videojuego, una banda musical o una serie. Sin embargo, no podemos ignorar que también se promueve la idealización de estilos de vida e, incluso, de las relaciones, donde cada encuentro parece perfecto, cada sonrisa se exagera y la felicidad se presenta como la norma.

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Lo cierto es que las publicaciones muestran solo la cara que decidimos mostrar, incluyendo los momentos más alegres y las interacciones más positivas. Esto crea una narrativa en la que los conflictos, las dificultades y las emociones menos agradables quedan fuera de cuadro, a menos que decidamos compartirlos. Como resultado, nuestros contactos en redes sociales pueden construir una visión incompleta de quiénes somos.

Tanto en línea como fuera de ella, las relaciones humanas son complejas y multifacéticas, llenas de luces y sombras, de alegrías y tristezas. Sin embargo, la constante exposición a esta versión idealizada puede generar expectativas poco realistas o sesgadas sobre lo que significa la amistad, llevándonos a sentirnos insatisfechos o frustrados cuando nuestras propias relaciones no se ajustan a ese molde perfecto. O peor aún, cuando nos damos cuenta de que no hay reciprocidad y que ese vínculo se mantiene solo mientras tenemos acceso a internet y no hay fallas en la red.

Por otro lado, no se pueden ignorar los riesgos que surgen en este tipo de interacciones, donde el anonimato y la falta de contacto cara a cara se convierten en factores de peligro. Esto incluye la posibilidad de conectar con personas que tengan malas intenciones o que ejerzan violencia a través de estos medios digitales.

Además, la falta de contacto físico y la dificultad para interpretar las señales no verbales pueden generar malentendidos y exacerbar conflictos. Por ello, es crucial que desarrollemos habilidades de comunicación efectiva en el mundo digital, que nos permitan expresar nuestras opiniones de manera asertiva y respetuosa. También es importante fomentar la empatía, la escucha activa y prácticas de autocuidado en ciberseguridad en nuestras interacciones en línea.

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La pregunta que surge, entonces, es si esta identidad digital es un reflejo auténtico de quiénes somos o una construcción idealizada que busca la aprobación y el reconocimiento de los demás. No podemos olvidar que, en la era digital, las redes sociales se han convertido en extensiones de nosotros mismos, donde el autoconcepto también se ve impactado por las interacciones y reacciones que recibimos. Esto ha sido documentado en estudios sobre el impacto de las redes sociales en el bienestar subjetivo, la imagen corporal, la autoestima y los estados afectivos, demostrando que, como se suele decir en el ámbito de los derechos digitales: “Lo virtual es real”.

Un “me gusta” o un comentario breve pueden ser interpretados como muestras de apoyo emocional, pero ¿son suficientes para satisfacer nuestras necesidades de conexión y empatía? Lo cierto es que las interacciones en línea, por más numerosas que sean, no siempre logran llenar el vacío emocional que surge de la falta de contacto humano. Por ello, cultivar relaciones significativas en el mundo offline, donde podamos compartir nuestras emociones de manera profunda y auténtica, se vuelve esencial para nuestro bienestar emocional.

En resumen, las redes sociales han transformado nuestra percepción de la amistad y han abierto un panorama para conectar con personas de lugares que, fuera del contexto virtual, sería impensable conocer. Sin embargo, esto también conlleva grandes desafíos. Por ello, es importante que, como usuarios, consideremos tanto la idealización de la vida en redes sociales como los riesgos que implica interactuar con personas que no vemos cara a cara.

Crédito: Foto por Brett Jordan en Unsplash.

Es fundamental reflexionar sobre cómo las redes sociales están impactando nuestras vidas, sin olvidar que la amistad, en su esencia más pura, sigue siendo un tesoro invaluable que debemos cuidar y proteger, tanto en el mundo real como en el virtual. La amistad tiene el poder de abrirse a nuevos panoramas y momentos.

Como bien dijo el poeta bengalí Rabindranath Tagore: “Cada amigo representa un mundo dentro de nosotros, un mundo que tal vez no habría nacido si no lo hubiéramos conocido”.