Bienestar: La creación del superyó
Por: Lilia Elida García Rodríguez. Vicerrectora de Ciencias de la Salud. UDEM.
A finales del año pasado, mientras conversaba con un grupo de estudiantes de la carrera de Medicina, tuve la oportunidad de compartirles que, durante el 2024, uno de los principales objetivos de nuestra Universidad estaría enfocado en el bienestar de nuestros alumnos y colaboradores.
Uno de los jóvenes presentes cuestionó qué era realmente el bienestar. Rápidamente, otro de los compañeros que se encontraban en el recinto gritó: “¡Pregúntale a Chat GPT!, ¿para qué batallas?”. Como sabemos, el uso de la inteligencia artificial es cada vez más frecuente entre los universitarios.
Procedimos a ponerla a prueba: “El bienestar se refiere a un estado de satisfacción, salud y felicidad general en la vida de una persona. Este concepto abarca varios aspectos de la vida, incluida la salud física, mental, emocional y social. El bienestar implica sentirse bien consigo mismo, tener relaciones positivas con los demás, disfrutar de un buen estado de salud física y mental, y tener un sentido de propósito y significado en la vida. Además, el bienestar puede estar influenciado por factores externos como el entorno social, económico y ambiental en el que vive una persona”.
En los últimos años —y considero que a raíz de la pandemia—, este concepto cobró especial relevancia e importancia. La búsqueda constante del bienestar es un tema complejo que ha sido objeto de estudio y reflexión a lo largo de la historia de la humanidad. Desde las antiguas filosofías hasta las teorías psicológicas modernas, el deseo de encontrar el bienestar ha sido una constante en la experiencia humana.
Durante este trayecto de poder lograr una existencia plena y satisfactoria, nos encontramos con diferentes elementos que influyen en nuestro bienestar general. Uno de ellos es el Superyó, un concepto fundamental en la psicología que juega un papel crucial en la formación de nuestra identidad y comportamiento moral. Para comprender cómo se forja nuestra psicología y cómo podemos alcanzar un estado de equilibrio, es crucial explorar las teorías que han dado forma a nuestra comprensión de la mente humana.
Las instancias psíquicas de Freud
El Superyó es un concepto central en la teoría psicoanalítica propuesta por Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Freud lo describió como una de las tres instancias de la mente, junto con el “ello” y el “yo”. Para comprender el Superyó, primero es indispensable explorar estas tres instancias psíquicas fundamentales:
EL ELLO (ID): es la estructura primordial de la psique. Desde el momento de nuestro nacimiento, el Ello está presente y opera bajo el principio del placer inmediato. Representa nuestras pulsiones primarias y busca satisfacerlas sin considerar las consecuencias a largo plazo. En esencia, el Ello es nuestra parte “animal” o “instintiva”.
EL YO (EGO): a partir de los dos años de edad, surge el Yo. A diferencia del Ello, el Yo se rige por el principio de la realidad. Se enfoca en las consecuencias prácticas de nuestras acciones y busca equilibrar las demandas del Ello con las realidades del mundo exterior. El Yo es como nuestro mediador interno.
EL SUPERYÓ (SUPEREGO): el Superyó aparece alrededor de los tres años de vida, en la infancia temprana, y se origina a través de la socialización y la internalización de normas, valores y expectativas transmitidas por los padres, cuidadores e incluso la sociedad. Es la instancia psíquica que vela por el cumplimiento de las reglas morales y éticas. En esencia, el Superyó representa nuestra conciencia, es la parte de la mente que actúa como una especie de “conciencia moral”, dictando lo que está “bien” o “mal” en función de las normas aprendidas y las experiencias pasadas.
La creación del Superyó inicia en la infancia temprana, cuando el niño comienza a internalizar las normas y valores de sus cuidadores principales, generalmente los padres. Estos primeros modelos de autoridad ejercen una gran influencia en la formación de su Superyó, ya que sus acciones y palabras se convierten en la base de lo que el niño percibe como correcto o incorrecto. A medida que el pequeño crece, también comienza a internalizar las normas y valores de la sociedad en general, ampliando así la influencia del Superyó más allá del ámbito familiar.
El proceso de creación del Superyó es crucial para el desarrollo psicológico saludable de un individuo, ya que proporciona un marco de referencia moral que guía su comportamiento y toma de decisiones. Sin embargo, también puede ser un proceso complicado, especialmente cuando las normas internalizadas son inconsistentes o perjudiciales. Por ejemplo, si un niño crece en un entorno donde la violencia es aceptable, su Superyó puede desarrollarse de manera distorsionada, justificando o incluso promoviendo comportamientos agresivos.
Además de la influencia de los modelos de autoridad externos, el Superyó también está influenciado por factores internos, como los impulsos y deseos del Ello. Freud describió el Superyó como una especie de juez que media entre las demandas del Ello y las normas sociales internalizadas. En este sentido, el Superyó actúa como un filtro a través del cual se canalizan y regulan los impulsos del Ello, permitiendo que el individuo funcione de manera socialmente aceptable.
Sin embargo, la relación entre el Ello, el Superyó y el Yo no siempre es armoniosa. En muchos casos, el
Superyó puede ser excesivamente crítico o exigente, imponiendo estándares irreales o inalcanzables que generan sentimientos de culpa, ansiedad o baja autoestima en el individuo.
Uno de los aspectos clave del desarrollo del Superyó es la resolución de conflicto entre los impulsos del Ello y las normas sociales internalizadas. Freud describió este proceso como el resultado de la represión y la sublimación de los deseos instintivos del Ello, que son restringidos por las demandas del Superyó. Por ejemplo, un niño puede experimentar deseos agresivos hacia sus compañeros de juego, pero aprende a reprimir estos impulsos bajo la influencia del Superyó, que dicta que la violencia está mal. El Superyó se compone de las siguientes dos partes:
Este fenómeno es especialmente común en personas que han experimentado traumas o abusos en la infancia, ya que sus Superyós pueden estar cargados de mensajes negativos y autocastigadores. Para fomentar un Superyó saludable y equilibrado, es importante cultivar un entorno que promueva valores positivos y normas claras y consistentes. Esto implica brindar un modelo de autoridad compasivo y empático, así como establecer límites y expectativas realistas.
Además, es fundamental fomentar la autoaceptación y el autocuidado, ayudando al individuo a desarrollar una relación amorosa consigo mismo y a reconocer su propio valor intrínseco más allá de las
expectativas externas. En la búsqueda del bienestar psicológico y emocional, el desarrollo del Superyó juega un papel fundamental.
Al internalizar normas y valores positivos y cultivar una relación saludable consigo mismo, el individuo puede fortalecer su sentido de identidad y autoestima, así como mejorar su capacidad para enfrentar los desafíos de la vida de manera adaptativa. En última instancia, el objetivo es crear un equilibrio entre las demandas del Ello, las normas del Superyó y las capacidades del Yo, permitiendo al individuo vivir una vida plena y satisfactoria, en armonía consigo mismo y con los demás.
La creación del Superyó
El desarrollo del Superyó es un proceso gradual que ocurre a lo largo de la infancia y la adolescencia. Durante este periodo, la niña o el niño internaliza las normas y valores de su entorno, formando así su propio sistema de creencias y valores morales. Este proceso se encuentra influenciado por una variedad de factores, incluidos los modelos de autoridad externos, como los padres y maestros, así como los factores internos: los impulsos y deseos del Ello.
IDEAL DEL YO: nuestros ideales y aspiraciones. Es la voz interna que nos impulsa a ser mejores, a alcanzar metas y a cumplir con estándares elevados.
CONCIENCIA MORAL: evalúa acciones en función de las normas sociales y morales. Cuando actuamos en contra de estas normas, experimentamos culpa.
Funciones y características del Superyó
El Superyó cumple varias funciones importantes en el funcionamiento psicológico de un individuo. Primero, actúa como una guía moral interna, dictando lo que está bien o mal en función de las normas y valores internalizados. Esto ayuda a regular su conducta y toma de decisiones, proporcionando un marco de referencia para evaluar y juzgar sus acciones.
Además de su función moral, el Superyó también desempeña un papel en la formación de la identidad y autoimagen de una persona. A medida que la o el niño internaliza las normas y valores de su entorno, también trabaja en una imagen idealizada de sí mismo, basada en las expectativas de los demás. Esto lleva a sentimientos de culpa o vergüenza cuando no cumple con estas expectativas, lo que puede afectar negativamente su autoestima y bienestar emocional.
El papel de Superyó en el bienestar individual y social
El Superyó es crucial en el bienestar individual y social de una persona. Al proporcionar un marco de referencia moral interno, ayuda a regular el comportamiento y la toma de decisiones de un individuo, promoviendo así comportamientos socialmente aceptables y adaptativos. Sin embargo, cuando el Superyó está distorsionado o cargado de mensajes negativos, puede contribuir a sentimientos de culpa, ansiedad o baja autoestima, afectando negativamente el bienestar emocional de la persona.
Además de su impacto en el bienestar individual, el Superyó también juega un papel en la formación de la moral y la ética en la sociedad en su conjunto. Al internalizar las normas y los valores de la sociedad, el Superyó ayuda a mantener la cohesión social y a promover comportamientos prosociales y cooperativos. Sin embargo, cuando las normas y valores internalizados son injustos o perjudiciales, el Superyó puede perpetuar la injusticia y la desigualdad en la sociedad. Estrategias para fomentar un Superyó saludable
Para promover un Superyó saludable y equilibrado, es importante cultivar un entorno que favorezca valores positivos y normas claras y consistentes. Cuando funciona así, nos ayuda a tomar decisiones éticas y a seguir las normas sociales.
Esto implica brindar un modelo de autoridad compasivo y empático, así como establecer límites y expectativas realistas. Además, es fundamental fomentar la autoaceptación y el auto cuidado, ayudando al individuo a desarrollar una relación amorosa consigo mismo y a reconocer su propio valor intrínseco más allá de las expectativas externas. Sin embargo, un Superyó demasiado rígido puede generar ansiedad y sentimientos de culpa excesivos.
El equilibrio entre el Yo, el Ello y el Superyó es esencial para nuestro bienestar mental y emocional. La práctica de la autorreflexión y la autocompasión también puede ser benéfica para fortalecer un Superyó saludable. Al reflexionar sobre sus propias acciones y motivaciones, los individuos pueden identificar y cuestionar los mensajes negativos internalizados por su Superyó. Además, la autocompasión les permite perdonarse a sí mismos por sus errores y fallas, promoviendo así sentimientos de autoestima y autoaceptación. Otra estrategia importante para fomentar un Superyó saludable es impulsar las relaciones interpersonales positivas y de apoyo. Las relaciones cercanas y afectivas proporcionan un entorno seguro donde los individuos pueden expresar sus pensamientos y emociones libremente, sin temor al juicio o la crítica. Esto les permite desarrollar una identidad sólida y una autoimagen positiva, lo que contribuye en gran medida a su bienestar emocional y psicológico.
Desafíos en la formación del Superyó
A pesar de los esfuerzos por promover un Superyó saludable, existen varios desafíos que pueden obstaculizar este proceso. Uno de ellos es la presión social para alinearse a las normas y expectativas externas, incluso cuando entran en conflicto con los propios valores y creencias de un individuo. Esto puede llevar a la internalización de normas y valores poco saludables, capaces de contribuir a la disonancia cognitiva y el malestar emocional.