Coronavirus, elecciones en Estados Unidos y teorías de conspiración
Las medidas sanitarias y las acciones para frenar el COVID-19 y al virus que lo causa por parte del gobierno y la sociedad de EEUU ha sido de las peores en el mundo y, seguramente, la peor de los países más prósperos del mundo. El Coronavirus ha causado un quiebre económico sin precedentes y ha puesto en duda la reelección de Donald Trump a quien una gran mayoría de estadounidenses considera que no ha respondido adecuadamente a la emergencia de salud.
Para muchos observadores fuera de Estados Unidos, la incapacidad del país para tomar incluso las medidas mínimas adoptadas en diversos grados en otras naciones del mundo, aunado al fracaso para prevenir niveles catastróficos de muertes y efectos económicos, es muy impactante. ¿Cómo se explica esto? Una razón principal es que existe una relación compleja entre el virus y la incapacidad o falta de voluntad del gobierno y la sociedad de Estados Unidos de enfrentar de manera apropiada a la pandemia. Esta relación está mediada por un segundo “virus” que circula desde mucho antes de que el Coronavirus golpeara el país.
Este otro virus es el pensamiento conspirativo que ha cobrado fuerza en Estados Unidos (y, para ser claros, también en muchos otros países, aunque en diferentes formas). Este “movimiento de conspiración” exacerba la desconfianza ya existente que ciertas personas tienen hacia los científicos, líderes políticos y los principales medios de comunicación, y obstaculiza el conjunto de acciones que los expertos médicos afirman ser necesarios para mitigar la propagación y los efectos del virus real: el uso generalizado de cubrebocas, distanciamiento social, un régimen de pruebas robusto.
El ejemplo más claro del movimiento de conspiración en Estados Unidos se conoce con el nombre de QAnon. Se supone que “Q” es el nombre en clave de un miembro del gobierno de Estados Unidos con autorización de máxima seguridad. Este personaje anónimo (de ahí el “Anon”) advierte una lucha secreta entre el presidente estadounidense y miembros de un supuesto “estado profundo” que tratan de sabotear la presidencia de Trump. Además, estos presuntos saboteadores son adoradores de Satanás y miembros de una red de tráfico sexual infantil. Si bien suena absurdo, esta conspiración ha sido cortejada y legitimada por el propio Trump, por su campaña y por un número significativo de legisladores republicanos.
Antes del ascenso de QAnon, en una parte considerable de la población estadounidense ya existía una falta de fe en los expertos científicos y en las figuras de la autoridad pública. Sin embargo, cuando se combina con la creciente polarización política en el país, la propagación de este movimiento de conspiración — en un contexto de una pandemia devastadora— y cercana a las próximas elecciones (noviembre de 2020), la situación es extremadamente precaria.
La adopción de medidas sanitarias preventivas básicas no solo se ha convertido en un tema políticamente polarizado —con un porcentaje significativamente mayor de demócratas que apoyan estas medidas que el porcentaje de republicanos que lo hacen—, sino que el resultado final de las elecciones de noviembre también está en duda debido a la propagación de esta conspiración viral.
Donald Trump, ya sea ante la creciente probabilidad de su derrota, o simplemente en preparación para esa posibilidad, ha cuestionado en innumerables ocasiones la legitimidad de la elección y alega (falsamente) que el uso generalizado de las boletas electorales por correo resultará en fraude. ¡Incluso planteó la idea de posponer la elección, pero fue rechazada mayoritariamente por los líderes republicanos del Congreso! Conocemos su carácter y humores personales, especialmente su incapacidad de admitir errores o aceptar la derrota, por lo que es casi seguro que no aceptará el resultado electoral si el candidato demócrata Joe Biden es declarado ganador a la Presidencia de Estados Unidos. Esto, en sí mismo, no tiene precedentes en la historia política del país y seguramente representará un grave desafío para el sistema político de la democracia norteamericana.
Lo que es aún más preocupante es la posibilidad de que un gran número de sus partidarios, quienes cada vez habitan más en una realidad alternativa caracterizada por conspiraciones extrañas y falsas, también se negarán a aceptar la legitimidad de los resultados. El desenlace final, agravado por la muerte y la enfermedad a gran escala, así como por el profundo quiebre económico, podría ser la mayor crisis social y política que Estados Unidos haya enfrentado desde la Guerra Civil en 1860.
El Dr. Jason Russel Weidner realizó sus estudios de licenciatura en Relaciones Internacionales en el Roanoke College, en Estados Unidos; la maestría en Estudios Internacionales en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, y el doctorado en Relaciones Internacionales en la Florida International University, en Estados Unidos. Está adscrito como profesor del Departamento de Relaciones Internacionales, Escuela de Derecho y Ciencias Sociales, en la Universidad de Monterrey. Tiene publicaciones en revistas indexadas y ha participado en diversos congresos internacionales. Sus líneas de investigación comprenden las áreas de la teoría política internacional, la gobernanza global, la globalización, el regionalismo, los acuerdos comerciales, el derecho de propiedad intelectual, marca país y la política medioambiental global.