Del “no me gusta mi cuerpo” a “tengo el poder”
Por: Nicolás Campodónico, Director de Posgrados en Psicología. UDEM.
No es una novedad decir que, en la adolescencia, los dispositivos digitales forman parte integral del mundo social. Los adolescentes convirtieron esta herramienta en un espacio donde forman y construyen casi todas sus relaciones, configuran su identidad y conocen el mundo que los rodea (a metros o cientos de kilómetros de distancia).
Pero no solo eso. Estos dispositivos son artefactos disparadores de sensaciones negativas y preocupantes y hasta paradójicas, como el FOMO (Fear Of Missing Out en inglés y que es el miedo a perderse de algo). La expresión describe una nueva forma de ansiedad, surgida con la popularización del celular y las redes sociales, una necesidad compulsiva de estar conectados.
Las redes demandan a todos los que se encuentran insertados en ellas, según el grado de involucramiento, una participación y exposición constante de sus vidas. Si bien es una opción y no una imposición, los estudios demuestran que la gran mayoría de las personas, y en especial los jóvenes, están inmersos en alguna de todas las redes que existen en forma intensa y periódica.
Hay que agregar también a la ecuación a los influencers en todas las plataformas (Instagram, YouTube, Twitter o TikTok) y sus efectos negativos, como el impulso de baja autoestima y ansiedad que aparecen en sus seguidores. Una de las razones es el canon de belleza establecido por la sociedad, representado por la gran mayoría de las y los influencers activas/os.
La “happycracia”
Un informe publicado por The Wall Street Journal sobre este tema enfatiza cómo Facebook es particularmente nocivo para mujeres adolescentes y cómo las comparaciones en Instagram pueden cambiar “la forma en que las jóvenes se perciben y se describen a sí mismas”. Esto, como sabemos, reposa en la creación de un imaginario, de cómo debe ser la vida, y genera un arquetipo corporal a partir de lo que ven en el feed de Instagram. Por ende, crea una “happycracia”.
Según una encuesta del Pew Research Center, 29 % de los adolescentes siente mucha presión para verse bien en las redes sociales y 28 % siente alguna presión para encajar socialmente. He aquí un aspecto paradójico, porque pinta una imagen en la que cierta estética y felicidad parecen alcanzables, pero la frustración llega cuando la vida real demuestra que no todos pueden tener vidas perfectas ni cuerpos esculturales.
Es así que muchos adolescentes empiezan a usar aplicaciones digitales para retocar sus fotos. Y ver fotos retocadas constantemente en las redes sociales puede dañar su autoestima y distorsionar su imagen corporal: los estándares imposibles de belleza están haciendo que se vuelvan insatisfechos con sus cuerpos.
Vemos tendencias de compartir solo los mejores momentos, la presión de lucir perfectos y un producto adictivo puede hacer que los adolescentes se vuelquen en espiral hacia los trastornos alimenticios y la depresión.
Entre lo online y lo offline
Podemos tomar acciones y decisiones para cuidar nuestra salud mental de lo que las redes provocan. ¿Qué podemos hacer?
Evitar el contenido que no nos hace bien y prestar atención al que influye negativamente en nuestras emociones y pensamientos.
Reconocer que lo que otros publican y lo que nosotros publicamos genera un impacto.
Desconectarse: tomarse un descanso de las redes sociales y saber diferenciar el mundo online del offline.
Intentar darse tiempo para disfrutar de otros placeres como comer sin el celular en la mano, o estar con amigos sin estar pendiente de las redes.
Descansar. Pero esto no significa estar echado en cualquier sillón de tu casa y tomar el celular. Para desintoxicarse de redes sociales hay que alejarse de ellas.
Si consideras que las redes sociales, y todo lo que ellas conllevan, te producen sensaciones y emociones que percibes negativas o si sientes angustia, ansiedad desmedida o apreciaciones que te llevan a denigrar tu cuerpo, recuerda que siempre puedes acudir con profesionales de la salud mental. Somos seres sociales y para salir de lo que nos pone mal hay que buscar la ayuda necesaria y requerida.