El arte como herramienta para el llamado a la dignidad humana

El artista francés Jean René afirmó: “El arte es un medio para devolver la dignidad a las personas que han sido despojadas de ella”. Esta profunda reflexión resalta una de las razones por las que podemos afirmar que el arte es esencial: no solo otorga visibilidad a ideas, emociones y momentos, sino que también trasciende los límites de lo estético para tocar lo más profundo de la experiencia humana.

El arte posee una capacidad única para conectar a las personas, trascendiendo barreras lingüísticas y culturales, permitiendo que diferentes realidades sean comprendidas y compartidas. A lo largo de la historia, los artistas han utilizado medios como la pintura, la escultura, el cine, la literatura, la música y la danza para explorar cuestiones sociales, emocionales y políticas. Esto demuestra que el arte no solo es un reflejo de la realidad, sino que también tiene el poder de transformarla. Como dijo Jeff Koons: “El arte, para mí, es un acto humanitario y conlleva la responsabilidad de crear un efecto en la humanidad, de hacer del mundo un mejor lugar”.

Un ejemplo claro de esta capacidad transformadora del arte es la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven y su Oda a la Alegría. Bastan unas notas para que esta obra toque las fibras más profundas de nuestro ser. Aunque no sepamos quién la compuso ni la historia que la acompaña, se ha convertido en un símbolo universal de fraternidad, esperanza y solidaridad.

Imaginemos, por un momento, un mundo sin arte: despojado de los colores de una pintura, sin melodías que resuenen y sin historias escritas en los libros. Sería un mundo monótono, predecible, donde la emoción sería imperceptible. Pensemos en las obras que forman parte de nuestra cultura universitaria, como Teorema lunar (1982) de Manuel Felguérez, Entropía (1996) de Jorge Elizondo o Sunrise Yellow and Azure Tower (2024) de Dale Chihuly. Estas piezas no solo embellecen el campus, sino que también enriquecen nuestras experiencias y fomentan la creatividad.

El arte, en este sentido, actúa como un detonante para la empatía y la imaginación, cualidades esenciales para una sociedad que busca entenderse y convivir de manera armónica.

Michelle Obama destacó este aspecto al afirmar: “Las artes no son solo algo agradable de tener o hacer si hay tiempo libre o si se puede permitir. Más bien, la pintura y la poesía, la música, la moda, el diseño y el diálogo, todos definen quiénes somos como pueblo y proporcionan un relato de nuestra historia para la próxima generación”. El arte, entonces, no es un lujo ni una actividad secundaria; es una necesidad fundamental para la preservación de nuestra identidad colectiva, para entender nuestra historia y para fortalecer nuestra conexión como humanidad. Además, aborda cuestiones universales como el amor, la libertad, la identidad y la justicia, sensibilizando a la sociedad sobre la importancia de los derechos humanos y actuando como un catalizador para la defensa de la dignidad humana.

A lo largo del tiempo, muchos artistas han utilizado sus obras para visibilizar luchas sociales y generar conciencia sobre temas de opresión e injusticia. Por ejemplo, la pintura The Problem We All Live With (1964), de Norman Rockwell, retrata a una niña afroamericana caminando hacia la escuela, protegida por alguaciles federales. Esta pieza es un testimonio de la segregación racial y el racismo en los Estados Unidos, invitando a la reflexión sobre la valentía frente a la injusticia y el sufrimiento de los más vulnerables. De manera similar, la producción de Elizabeth Catlett aborda temas de feminismo, derechos civiles y la lucha por la libertad, destacando el papel fundamental de la mujer en la construcción de una sociedad más equitativa.

Crédito: The Problem We All Live With. Cortesía.

El fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, con su serie Los niños del éxodo (2000), ha documentado el sufrimiento y la dignidad de los refugiados, sensibilizando al mundo sobre las desigualdades y los horrores de los desplazamientos forzados. Su trabajo demuestra cómo el arte puede movilizar a la sociedad a través de imágenes que revelan la profundidad del sufrimiento humano.

Crédito: Cortesía.
Crédito: Cortesía.
Crédito: Cortesía.

Este poder del arte para sensibilizar y generar empatía lo comparten artistas como Ai Weiwei, quien da visibilidad y voz a historias personales y colectivas; Frida Kahlo, que conecta al espectador con la intimidad de su dolor y sufrimiento físico y emocional, invitando reflexionar sobre la vulnerabilidad humana, o el antes mencionado JR, quien utiliza sus proyectos fotográficos para dar visibilidad a los marginados.  

A través de los siglos, los artistas han abordado y declarado sobre cuestiones urgentes como la opresión, la desigualdad, la injusticia y el desastre ecológico. La obra La Libertad guiando al pueblo (1830) de Eugène Delacroix simboliza la lucha por la libertad y la justicia. Aunque representa un momento específico en la historia de Francia, su impacto narrativo sigue inspirando a generaciones actuales.  En tiempos más recientes, Girl with a Red Balloon (2002) de Banksy toca temas de esperanza y justicia social, mostrando como el arte sigue siendo un instrumento poderoso para llevar hacia la reflexión y el cambio.

Crédito: La liberté guidant le peuple, Cortesía.

Las obras presentadas en museos o en murales públicos, no son estáticas, capturan nuestra atención y a menudo, nos moviliza hacia la acción, buscando provocar una transformación social hacia una sociedad más justa y equitativa, principios fundamentales de la dignidad humana. Como afirmó el artista mexicano Diego Rivera: “El arte es el arma más potente que posee la humanidad para cambiar el mundo”.

La instalación Teeter-Totter Wall (2019)de Ronald Rael y Virginia San Fratello, que se ubicó en la frontera entre Estados Unidos y México simboliza la separación, pero también la posibilidad de un diálogo y conexión entre dos naciones. La propuesta no solo representó una protesta contra las políticas de inmigración, sino que también utilizó el arte como un medio para transformar espacios de conflicto en lugares de encuentro. Asimismo, el proyecto Sangre de mi sangre de Colectiva hilos, que se presentó en el Centro Roberto Garza Sada este año, es una “revolución pacífica” en la lucha contra la violencia, las desapariciones, los feminicidios en nuestro país. A través de las contribuciones de tejedoras de México, incluyendo familias afectadas por estos fenómenos, se genera un espacio de resistencia.

Crédito: Cortesía.

El arte tiene también tiene una capacidad de sanar emocionalmente. Obras como Palas por pistolas (2007) del mexicano Pedro Reyes, que convierte armas destruidas en herramientas para plantar árboles, muestran cómo el arte puede explorar el tema de la violencia para conducirlo hacia algo positivo, promoviendo la reconciliación en comunidades afectadas por el conflicto. Igualmente. También, se han creado instalaciones que invitan a la reflexión y conexión espiritual para crear un espacio de paz en un mundo que a menudo está marcado por la tensión y la división, como la instalación Allotment III (2008) de Antony Gormley que se encuentra en nuestra universidad.

Crédito: Cortesía.

El arte también actúa como testigo de momentos históricos, experiencias significativas o situaciones de descontento. Conocemos pinturas, fotografías, obras literarias, películas… que capturan realidades que, a menudo dolorosas, ofrecen un testimonio visual y narrativo que va más allá de los informes convencionales. Obras como Guernica (1937) de Pablo Picasso y Detroit Industry Murals (1932-33) de Diego Rivera son ejemplos de cómo el arte puede actuar como un testimonio visual de los horrores de la guerra y la injusticia social, recordándonos la importancia de defender los derechos humanos.

Crédito: Cortesía.
Crédito: Cortesía.

Así, podemos expresar que el arte es una herramienta poderosa que conecta a las personas, sensibiliza sobre cuestiones urgentes y genera cambios significativos en la sociedad. El Centro de las Artes | UDEM se compromete a llevar el arte a todos, reconociendo que el acceso al arte es un derecho fundamental para la dignidad humana, y que el arte tiene el poder de transformar tanto a individuos como a sociedades en su conjunto. Como dijo Olafur Eliasson: “El arte es una herramienta para cambiar la percepción, para crear conciencia sobre nuestro entorno y nuestro lugar en él”.