El efecto psicológico del miedo

Por: Sofía Lozano, estudiante UDEM de la Licenciatura en Psicología Clínica

El miedo es una de las emociones básicas del ser humano aunque nacemos con la necesidad y la misión de ser felices. Esta emoción nos ayuda a decidir si algo nos beneficia o si es peligroso para nosotros. Cuando sentimos miedo, nuestro cuerpo y mente valoran si hay peligro, si se necesita que reaccionemos con precaución o nos alejemos; pero si se trata de un miedo controlado, como en una película de terror o una montaña rusa, podemos disfrutar esa emoción y percibirla de forma positiva. Esto ocurre porque nuestro cerebro interpreta que el estímulo es seguro, aunque nos genere las mismas reacciones fisiológicas que el estar frente a un peligro real. Por esto, el miedo no siempre es algo negativo; ya que tiene un valor funcional y adaptativo que contribuye a nuestra supervivencia y bienestar emocional. 

Estudiar el miedo es fundamental, cumple un papel importante en nuestra vida, preparándonos para enfrentar situaciones de amenaza. Hoy en día, esta emoción también se experimenta en contextos controlados, lo que genera interés en comprender por qué buscamos voluntariamente sensaciones que normalmente asociamos al peligro. Explorar cómo el miedo afecta el cerebro y el cuerpo nos permite distinguir entre el miedo útil, que nos mantiene atentos y alerta, y aquel que puede volverse desadaptativo, como en las fobias o la ansiedad. Entenderlo nos ayuda a valorar su función en la vida y supervivencia humana, así como a reflexionar sobre cómo nuestras emociones guían nuestras decisiones cotidianas y nos protegen frente a riesgos. Por ello, surge la pregunta: ¿Qué sucede en nuestro cerebro y cuerpo cuando sentimos miedo y por qué hay quienes disfrutan experimentarlo en contextos seguros? 

Crédito: Victor en Unsplash.

Muchas personas buscan el miedo en situaciones controladas, como películas de terror, juegos extremos, experiencias de realidad virtual o casas embrujadas. Estas experiencias permiten liberar adrenalina, romper la rutina y sentir emociones intensas sin estar en peligro real. El miedo recreativo funciona como un “juego” con el peligro, que genera diversión y sensación de logro personal (“Logré ver toda la película”, “no salí llorando de la casa embrujada”). Además, ayuda a entrenar la tolerancia a la ansiedad y al malestar, fortaleciendo la resiliencia. Este tipo de experiencias también fomenta la curiosidad y la exploración, ya que permite que las personas enfrenten situaciones desconocidas y controladas, lo que puede aumentar la confianza y la seguridad en sí mismos en otros contextos de la vida diaria. 

El miedo cumple un papel protector en la vida física y social de las personas, avisando de un peligro y enviando señales al cerebro para preparar estrategias de defensa o huida (Sarráis, 2014). Por otro lado, el miedo recreativo se busca de manera voluntaria en un ambiente seguro. No hay peligro real, pero la persona experimenta las mismas reacciones fisiológicas, como aumento del ritmo cardíaco, tensión muscular o sobresalto. Esta combinación de adrenalina y seguridad explica por qué se disfruta (ContentEngine, 2023). Asimismo, estas experiencias recreativas pueden mejorar la regulación emocional y ofrecer un espacio para manejar el estrés, lo cual es útil para la vida cotidiana. 

Crédito: Mateo Fernández en Unsplash.

Según ContentEngine (2023), los factores que explican el gusto por el miedo recreativo son psicológicos y sociales. A nivel psicológico, la personalidad influye: quienes buscan sensaciones intensas disfrutan más del miedo. Además, estas experiencias les permiten practicar el control emocional y la regulación de la ansiedad, obteniendo un sentido de logro al superar retos. Socialmente, compartir el miedo en grupo aumenta la diversión y ayuda a las personas a sentirse parte del grupo, porque se comparten emociones intensas y se crean recuerdos en conjunto. Culturalmente, celebraciones como Halloween o el Día de Muertos refuerzan esta búsqueda del miedo dentro de un contexto seguro, donde lo aterrador se vuelve parte de la tradición y la convivencia. Así, el miedo recreativo no solo activa respuestas individuales de adrenalina y curiosidad, sino que también fortalece los vínculos sociales y permite que las personas vivan emociones de manera colectiva. 

Dicho esto, el miedo provoca respuestas fisiológicas inmediatas, como sudoración, taquicardia, respiración acelerada y tensión muscular, que preparan al cuerpo para actuar rápido ante amenazas. Estas reacciones pueden generar huida, inmovilidad, sumisión o lucha, todas vinculadas con mecanismos de defensa para la supervivencia. En el cerebro, la amígdala detecta el peligro y activa la alarma; la corteza prefrontal evalúa cognitivamente la amenaza; y el sistema límbico integra emociones y memoria para coordinar la respuesta (National Geographic, 2024). Además, la interacción entre estas estructuras cerebrales permite que aprendamos de experiencias pasadas y desarrollemos estrategias más efectivas para enfrentar situaciones futuras. 

La parte química del sistema nervioso del miedo incluye la liberación de adrenalina y noradrenalina, que aceleran el ritmo cardíaco y movilizan energía a los músculos. El cortisol (sistema del estrés) mantiene el estado de alerta, mientras que la dopamina (hormona del placer) intensifica la vigilancia y puede asociarse con la sensación subjetiva del miedo. En contextos seguros, la liberación de dopamina también produce alivio y disfrute después del susto, explicando por qué películas de terror o casas embrujadas resultan atractivas (National Geographic, 2023). Esto demuestra que el miedo está estrechamente ligado al placer y al aprendizaje emocional, ya que nos permite enfrentar retos de manera segura y reforzar nuestra capacidad de adaptación. 

Crédito: Etienne Girardet en Unsplash.

Finalmente, el miedo es una emoción básica que cumple funciones esenciales para la supervivencia, activando respuestas fisiológicas y cerebrales que nos preparan para huir, protegernos o anticipar riesgos. Además, se relaciona con el aprendizaje y la memoria, ayudándonos a evitar repetir experiencias peligrosas y favoreciendo estrategias de afrontamiento. Es importante diferenciar entre miedo funcional, ansiedad y fobias: el primero protege frente a amenazas reales; la ansiedad surge por anticipar peligros futuros sin estímulos presentes; y las fobias son respuestas desproporcionadas ante estímulos específicos. Cuando el miedo se procesa de manera inadecuada o persistente, puede generar estrés crónico y trastornos que afectan la vida personal, social y profesional (Martín-Vivar, 2023). 

De esta manera, el miedo activa respuestas fisiológicas, cerebrales y emocionales que preparan al organismo frente a situaciones de amenaza. Sustancias como adrenalina, cortisol y dopamina regulan estas reacciones, y en contextos seguros, estas mismas respuestas pueden generar satisfacción. Por lo tanto, el miedo no solo protege, sino que refleja la dificultad de las emociones humanas y su influencia en la conducta, permitiéndonos aprender, adaptarnos y relacionarnos con los demás de manera más efectiva. 

Referencias 

ContentEngine, LLC. (2023, agosto 12). Por qué disfrutamos del terror: así funciona el miedo recreativo, la ciencia de un buen susto. La Voz del Interior. https://go.gale.com/ps/i.do?p=IFME&u=udem&id=GALE%7CA760914941&v=2.1&it=r&sid=ebsco&aty=shibboleth 

Martín-Vivar, M. (2023). La emoción común del miedo y su comunicación en psicología. Comunicación y Hombre, (19), 185-193. https://doi.org/10.32466/eufv-cyh.2023.19.774.185-193 

National Geographic. (2024, October 2). Here’s what fear does to your brain and body. National Geographic. https://www.nationalgeographic.com/science/article/effects-of-fear-on-brain-body Sarráis, F. (2014). El miedo: ( ed.). EUNSA. https://elibro.net/es/ereader/udem/47193?page=10- 21.