
El sosiego del otoño
Por: Elisa Téllez, Directora del Centro de las Artes UDEM
En Monterrey el otoño llega como un respiro: tras el calor intenso del verano, el sol avasallante cede un poco, la luz se suaviza y el viento comienza a refrescar. Las lluvias llegan y limpian el ambiente. Entonces podemos contemplar cómo las hojas se desprenden lentamente de los árboles y, al mismo tiempo, nos regalan cielos espectaculares. Hay algo profundamente emotivo en esa transformación: la ciudad parece respirar distinto, y eso nos invita también a nosotros a respirar de otro modo.
Esa experiencia con esta temporada tiene resonancia en diversas disciplinas creativas. En la literatura tenemos el célebre poema de John Keats, Al otoño, que abre con los versos:
Estación de nieblas y suave fecundidad,
Amigo íntimo del sol que madura;
Conspirando con él sobre cómo cargar y bendecir
Con frutos corren las vides que rodean los aleros de paja…
En esas líneas se percibe la singularidad de esta estación, donde esplendor y despedida conviven en un mismo momento, como si todo lo vivo brillase con mayor intensidad antes de desvanecerse, murmurando que, incluso en el cambio, habita la plenitud.
La música también ha encontrado en el otoño una fuente inagotable de inspiración. La melancolía de Autumn Leaves, interpretada por Frank Sinatra, evoca: “las hojas que caen, rojas y doradas, flotando por la ventana”, metáfora de la pérdida y el recuerdo. Led Zeppelin, en Ramble On, convierte la estación en escenario para la búsqueda de realización personal: “las hojas están cayendo por todos lados… la luna de otoño ilumina mi camino”. Más recientemente, Ed Sheeran retoma en su versión de Autumn Leaves una reflexión sobre la ausencia y la aceptación de la muerte como parte natural de la existencia: “¿Alguna vez te preguntaste si las estrellas brillan para ti? Flotar hacia abajo como las hojas de otoño, silencio ahora”. Taylor Swift, en All Too Well, recuerda un amor pasado con una imagen inolvidable: “las hojas de otoño caían como piezas en su lugar”. Y mucho antes, Vivaldi había convertido el ciclo de las estaciones en composiciones musicales, plasmando en su Le quattro stagioni: L’autunno (1725) lo que algunos especialistas interpretan como la victoria del ser humano sobre la naturaleza.

Una y otra vez, este momento del año retorna como emblema de nostalgia, memoria y tránsito interior. En las artes visuales, esta sensibilidad también se ha materializado. Giuseppe Arcimboldo, en El Otoño (1573), parte de la serie dedicada a las temporadas del año, imaginó un rostro compuesto de frutos y flora, una alegoría de la abundancia efímera. Otro de los grandes, Claude Monet, en Efecto de otoño en Argenteuil (1873), capturó la luz dorada de los árboles reflejada sobre el agua, volviendo perpetuo un instante fugaz. Gustav Klimt (conocido por su pintura El beso de 1905), en la obra Bosque de Hayas I (1903), nos muestra una cama de follaje rojizo entre los troncos, imagen que, más que un paisaje, parece un estado meditativo. Y el famoso Vincent van Gogh, en Paisaje de otoño (1885), recurrió a tonos amarillos y marrones para expresar la vibración del color y con ello sensaciones, llegando a escribir a su hermano Theo: “Las leyes del color son indescriptiblemente espléndidas precisamente porque no son casualidades”. Esa comprensión intuitiva del color como fuerza emocional y espiritual lo vemos también en Vassily Kandinsky, quien, en Autumn II (1912), representó un día otoñal en los Alpes bávaros mediante formas esquemáticas y tonalidades cargadas de simbolismo: el amarillo como “las últimas fuerzas del verano en el follaje brillante del otoño”, el azul como infinito y el verde como calma.
Desde la abstracción, Jackson Pollock transmitió con furiosos trazos en Autumn Rhythm (Number 30) (1950) la energía natural de la época. Más cercano en el tiempo, Richard Long, exponente del Land Art, en Autumn Circle (1990), utiliza la piedra como símbolo de ciclos vitales: lo vivo que retorna a la materia mineral; mientras que el artista mexicano Gabriel Orozco, en Autumn Umbrella (1993), convierte lo cotidiano en arte mediante una caminata atenta a lo accidental.

La fotografía no ha quedado ajena. Ansel Adams, en Autumn, Yosemite Valley, California (1939), capturó en blanco y negro la majestuosidad del valle. En años recientes, Teo Bosboom, en su serie Hojas otoñales, ofrece una perspectiva inesperada: hojas caídas, bellotas, bayas y setas vistas desde el agua, “tal y como podría verlo un pez en otoño”. Para él, basta mirar al suelo para descubrir que en los detalles se esconde un universo de posibilidades. Sé que, si seguimos buscando, aparecerán aún más miradas que den testimonio de esta iluminación.
Cada una de estas obras, ya sea poética, musical o visual, coincide en destacar el poder simbólico del otoño, donde encontramos un espacio para la introspección. Esta época brinda sosiego, invitándonos a mirar con calma y reconocer que en la melancolía puede germinar la creatividad. Dejemos que despierte nuestra sensibilidad y nuestro deseo de vivir cada día con atención y plenitud. Como escribió Van Gogh a su hermano Theo en 1888: “Mientras dure el otoño no tendré suficientes manos, lienzos ni colores para pintar las cosas hermosas que veo”.

Referencias
Poets.org Al otoño. https://poets.org/poem/autumn
Louvre. Colecciones. https://www.louvre.fr/es
The Phillips Collection. The Collection. https://www.phillipscollection.org/
MoMA. Art and Artist. https://www.moma.org/