Manifiesto 360º: el elogio a las fallas

Uno de los mantras favoritos de los emprendedores es la frase del Nobel irlandés Samuel Beckett: “Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Suena optimista y se interpreta como un recordatorio de que el fracaso no es más que un aprendizaje imprescindible para lograr el éxito. Pero Beckett no era un optimista. Los expertos en el dramaturgo argumentan que sus palabras en Rumbo a peor (1983) significan que el fracaso es inevitable y repetitivo.

Pero está bien. En la inevitabilidad del fracaso y en la repetición del intento está la gratificante continuación. Y más aún en nuestros pasatiempos.

Un hobby es algo difícil de tener y de conseguir: presupone que superamos las exigencias de nuestras jornadas y podemos dedicarnos a hacer cosas únicamente porque las disfrutamos.

Muchos no tienen hobbies porque no tienen tiempo… pero también no tienen hobbies porque tienen miedo a ser mediocres o malos.

Mejor dicho: les intimida la expectativa de que deben ser muy hábiles en todo lo que hacen (un sello distintivo de nuestra era de constante performance público).

Nuestros pasatiempos (pasar el tiempo, no hay etimología más sencilla) se han vuelto serios, exigentes y parece que definen la persona que debemos/queremos ser.

No hay que sobreponer nuestras exigencias y disciplinas al disfrute (jugar golf por el mero gozo de pegarle a una pelota blanca en un hermoso campo verde).

Valores extraños como “la excelencia en todo lo que hacemos” se infiltraron en nuestros ocios, aunque no hay que menospreciar la satisfacción de llevar una actividad al más alto nivel. Pero existe también alegría pura y real en el aprender y en el tratar de mejorar. La curva de aprendizaje de bucear, modelar barro, tocar el piano, hacer jardinería o kitear son los mejores meses (o años) de nuestras actividades, porque existe mucha emoción nueva en el mero acto de hacer.

No pierdas una de las mayores recompensas de la vida: el placer de hacer algo que simplemente –pero realmente– disfrutas. Dejemos de ser tan exigentes con nosotros mismos.

Anda, ve: pinta un mandala o agarra una guitarra y aprende a tocarla (pero, por favor, aléjate de Wonderwall, de Oasis. No necesitamos a otra persona en una fiesta que solo toque esa canción).