Navidad con calor

Por Salma Gómez, estudiante UDEM de 9.° semestre de la Ingeniería en Innovación Sustentable y Energía

¿Qué se te viene a la mente cuando piensas en la Navidad? Tal vez, en gran medida por influencia de la mercadotecnia y las películas gringas, imaginas nieve cayendo, Santa Claus montado en su trineo repartiendo regalos, ropa abrigadora, bebidas calientes como café o chocolate, abrazos que reconforten el alma en esa temporada llena de magia y buenos sentimientos… ejem, pero seamos realistas.

Debido a la posición geográfica de México, las festividades decembrinas tienen lugar en invierno. Sin embargo, los registros señalan que esta estación del año cada vez dura menos. Alarmante, ¿no? Y seguro ya te habías dado cuenta porque en los últimos años, en lugar de celebrar Navidad con suéteres y chaquetas, es más frecuente hacerlo con ropa ligera y de manga corta.

Por otra parte, las olas de calor se están haciendo presentes por periodos mucho más largos (y tortuosos), con registros nunca antes vistos en la historia. Para ponerte un ejemplo, los últimos seis años están catalogados como los más calurosos desde 1880, siendo esto una clara evidencia de que el cambio climático nos está afectando a una velocidad insospechada.

De acuerdo con el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, para abreviar), es determinante tomar acción de inmediato para mitigar (si es que no es ya muy tarde) las emisiones de los gases de efecto invernadero. De lo contrario, no se podrá limitar el calentamiento global a 1.5 °C como se ha establecido. 

Si este aumento continúa, créeme que las navidades calurosas serán el menor de nuestros problemas. Las consecuencias serán desastres naturales cada vez más frecuentes e intensos (como si no tuviéramos suficientes con los que ya se han estado desarrollando en los últimos tiempos), enfermedades pandémicas, extinción de múltiples especies, solo por mencionar algunas.

El cambio climático no solo provoca repercusiones en los ecosistemas, sino también en las personas y en la economía. ¿Cómo? Pues resulta que los países con menor poder adquisitivo serán los más afectados al no contar con los recursos necesarios para hacerle frente a las consecuencias de esta problemática. En otras palabras, el cambio climático agudiza más la pobreza de los países de por sí ya pobres.

Si bien el cambio climático no afecta a todos por igual, sufrir las consecuencias es algo inevitable de lo que no nos salvaremos. Por lo tanto, es importante comprender que todas y todos somos responsables de hacer algo al respecto, desde acciones individuales hasta sumarnos en el impacto colectivo. Impulsemos a que cada vez más personas sean conscientes de la problemática y de cómo ser parte de la solución.