Los nuevos nacionalismos
Suena paradójico que, justo cuando el mundo parece caminar hacia una sociedad moderna, globalizada y plural, está dándose un fenómeno de proliferación de nuevos nacionalismos que causan cierta preocupación debido a la radicalización que conllevan.
El nacionalismo es una ideología sociopolítica basada en la identificación con la historia y cultura propias de una nación, el sentido de unidad y cohesión, que llevados al sentimiento de orgullo y pertenencia, resultan en patriotismo.
Sin embargo, este hecho positivo para los pueblos derivó durante el siglo pasado en el auge de la cara oculta y perversa del nacionalismo: el nazismo en Alemania, el franquismo en España, el fascismo en Italia, o los muchos totalitarismos latinoamericanos.
Un elemento común en estos regímenes es la existencia de un autoproclamado caudillo-mesías-salvador del pueblo que manipula a las masas, a quienes consideran ignorantes, para imponer su visión de nación desde la polarización interna y externa, desde la construcción de un imaginario colectivo de rechazo y odio al “otro”, al “diferente”, que se acaba tornando en la justificación del actuar del régimen despótico.
Ningún pueblo o nación, al igual que ninguna persona, construye su identidad desde lo que te diferencia del otro, sino desde lo que te identifica a ti mismo. Es bueno recordar que los grandes imperios desaparecieron cuando comenzaron a decaer, a corromperse y a quebrarse desde adentro.
Los nacionalismos modernos de este siglo XXI han surgido como fruto de las diferentes crisis internacionales y, en la misma línea que los del siglo pasado, se tornan en xenofobia y discriminación. En muchas regiones el nacionalismo se está convirtiendo en una forma moderna de independencia. Incluso llegando en ocasiones a manipular la historia para justificar la supremacía de los que quieren imponer su visión única de nación.
México no ha estado exento de este sentimiento de nación. Desde la independencia siempre ha estado buscando, evidentemente, su identidad. Sin embargo, uno de los problemas del nacionalismo mexicano fue el querer anular la pluralidad interna en pro de una identidad única basada principalmente en lo mestizo. Los más afectados fueron sin duda los pueblos indígenas, con los que se tiene un sentimiento de deuda histórica. Es curioso cómo hoy en día parece que hay un resurgir del reconocer a estos pueblos como las raíces de la nación, pero eso sí, “lo” indígena, no a “los” indígenas.
Ese fuerte sentimiento nacionalista fue usado como un instrumento ideológico del Estado en la época posterior a la revolución para justificar el poder único totalitario.
En el México que está cerrando las puertas de la segunda década del siglo XXI nos enfrentamos al gran reto de seguir construyendo nuestra identidad como nación. No olvidemos que México siempre ha sido un pueblo plural, diverso, rico en cultura y culturas, abierto y acogedor. Esa es nuestra identidad. ¿Retomamos el sueño de eso que nos hizo y nos hace grandes como nación?