Polaroid: La que no tiene nombre

La desesperanza tiene muchos rostros, pero el de esta mujer es un cuadro sinóptico del dolor que supone la pérdida de todo. Es la cara amarga del desasosiego. Observa, con los dedos hundidos en su boca, hacia donde no hay más que una hilera interminable de habitaciones improvisadas, con muros de tela, apenas suficientes para dejar fuera las tolvaneras. Quizá alguno de sus hijos no alcanzó a llegar a ese destino (que ni siquiera es destino, sino apenas un interludio en camino hacia quién sabe dónde).

El rostro, cubierto como lo ordena su tradición religiosa, es apenas un lienzo anónimo que sintetiza miles de vidas arrastradas por el éxodo involuntario. Ella no tiene nombre. Si acaso le ponemos uno, será apenas un grano de arena en el desierto, perdido en todos esos nombres que desfilan inertes en listas eternas de mujeres, niños y hombres –en ese orden– sin hogar, sin tierra, sin país. Muy probablemente llegó del norte de África, pero quizá de Siria.

Habrá por ahí en las listas algún apunte que le otorga una nacionalidad, porque es probable que no tenga documentos que la censen como un ser humano con historia y con derechos. Se mantiene viva por fuerza de voluntad. Es una mujer cuyo instinto de sobrevivencia doblega al grito apagado de la desesperanza.


LA FOTO FUE TOMADA EN EL CAMPO DE REFUGIADOS DE ELEONAS, EL 9 DE ABRIL DE 2016, EN ATENAS, GRECIA.