Ser México en 2022
Por: Nilsa Farías Fornés
México es un país muy joven (nos referimos a su gente, por supuesto). En 2020, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que, de los más de 126 millones de habitantes de la nación, 24.6 % era gente entre los 15 y 29 años de edad; además, se confirmó que la edad promedio del mexicano es de 29 años. Podríamos decir que el rostro de México es el de un millennial que usa un smartphone y, con un poco de imaginación, podríamos pensar que ya trabaja. Pero la realidad que vive este millennial mexicano promedio es, de acuerdo con Animal Político en un reportaje de 2018, desoladora: variedad de pobreza para escoger, sin poder adquisitivo ni dueños de sus casas, en constante situaciones de violencia, discriminados. Estos retos han tenido su efecto en la perspectiva de los jóvenes. Un estudio publicado por Lexia Insight & Solutions, reconocida agencia de investigación de mercado, señaló que hoy en día los jóvenes de México creen que su esfuerzo es el único determinante de su bienestar y que para vivir bien no pueden confiar ni apoyarse en el gobierno.
Somos más que estereotipos
Es decir: sienten que van de mal en peor. En el estudio, liderado por Guido Lara, Claudio Flores, Benjamín Salmón y Marcos Robles, se puede leer que “hay un estado de ánimo más pesimista, más personas piensan que viven peor que sus abuelos y que sus hijos vivirán peor que ellos. Creció el grupo que hizo lo que se le obligó a hacer: ir a la escuela, sacar buenas notas, cumplir con sus obligaciones; sin embargo, la sociedad y el país no hicieron su parte, México le sigue quedando a deber a una parte significativa de los mexicanos”. Este sentimiento recuerda un poco a uno de los análisis más socorridos sobre la identidad del mexicano, El laberinto de la soledad, del poeta mexicano Octavio Paz. El texto es una profunda y cruda reflexión. La respuesta a la que llega es, a grandes rasgos, que el mexicano tiene una lucha constante e infructuosa con la búsqueda de su identidad, llena de dolor, crueldad y —vaya— soledad.
Es posible que algunos extranjeros vean a las mexicanas y a los mexicanos como personas incultas que usan sombreros grandes y que siguen montando un burro para llegar a sus casas. Incluso algunos connacionales pueden pensar que los mexicanos son flojos, fiesteros y corruptos. A lo mejor, a veces, somos un poco de todo eso pero, a gran escala, la realidad es muy distinta. En el estudio “Los mexicanos vistos por sí mismos. Los grandes temas nacionales”, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2015 y compartido por BBC News Mundo, los propios mexicanos desacreditan estereotipos que, durante mucho tiempo, estuvieron muy arraigados.
“Antes existían otros estereotipos: la gente decía que el mexicano era borracho, parrandero, mujeriego y jugador… eso ya no aparece”, explica Julia Isabel Flores, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, y una de las coordinadoras del proyecto. La investigación, que cuenta con 32 mil encuestas a personas mayores de 15 años, arrojó que 77 % de ellas señalaba la corrupción como la causante de sus problemas económicos. Data curioso a un lado: el 90 % considera la fidelidad como el aspecto más importante del matrimonio. Entonces ya no nos vemos como deshonestos o como conquistadores de corazones, sino como personas virtuosas, rectas y respetables. Ajá. Veamos a unas “víctimas” de los estereotipos: los millennials son vistos por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como flojos, chiflados, poco preparados para la “vida real” y extremadamente sensibles… pero la realidad no es tan simple. En un estudio llevado a cabo por esta organización entre 2017 y 2018 sobre los estereotipos de los jóvenes en América Latina, en el que participaron 15 mil personas entre los 15 y 24 años, se encontró que la percepción común está muy equivocada. El rasgo “más característico” de los millennials es que son flojos; sin embargo, esta serie de encuestas revela totalmente lo contrario: 41 % de los jóvenes estudia, 21 % trabaja y 17 % hace las dos cosas. Es el 21 % restante el que, al parecer, le da la mala fama a todos los demás, pero incluso ahí las cosas no son en blanco y negro. “No están siendo bien representados y la mayoría realiza actividades productivas: 31 % está buscando trabajo, 64 % cuida a miembros de su familia y 95 % realiza labores domésticas o ayuda en el negocio familiar. Solamente 3 % de esos ‘ninis’ (ni estudian ni trabajan), aproximadamente el 0.6 % de los millennials de América Latina y el Caribe, no hace nada útil a pesar de tener las facultades intelectuales y físicas para hacerlo”, señala Gabriel Plata, el autor del reportaje para el Banco Interamericano de Desarrollo. Aunque el estudio reveló que no nos fue tan bien en matemáticas en la escuela y que podríamos practicar más el inglés, los jóvenes seguimos siendo optimistas y esto permeó a la siguiente generación, los centennials. Es más: es la generación más actual, conectada y woke de todas. “Seis de cada 10 adolescentes ven a México como un país que avanza y que tiene todo para salir adelante, considerando a su gente y gastronomía como lo mejor que tiene”, reporta Claudio Flores en el estudio de Lexia antes mencionado. Y así como sus predecesores, los centennials también tienen características que no son óptimas, pero se debe tener en cuenta que casi todas las cosas de la vida son dicotomías, matices de gris.
Los valores de las nuevas generaciones
Está de más decir que México y su gente no la están pasando bien y que tenemos áreas de oportunidad que podemos ver con solo asomarnos por la ventana. Las cosas no son fáciles y no se puede ocultar la realidad pero, en medio de la apatía que en estos tiempos nos asola, se han sembrado semillas de esperanza que nos hacen imaginar cosas buenas, bonitas y brillantes para el futuro. Como ya lo había dicho, los jóvenes son los primeros en creer en el arcoíris después de la tormenta.
Michele Parmelee, CEO global de Deloitte, escribió en 2018 en la revista Forbes que percibe un cambio de valores en los millennials y centennials: son personas que necesitan tener un propósito, trabajan para vivir y no viven para trabajar, aprecian la importancia de las soft skills en un mundo enfocado en los datos analíticos y el éxito monetario, acogen y promueven la diversidad y la inclusión, quieren ser felices (y que los demás también lo sean) y —lo más importante— creen en un cambio positivo. “Para mí estas generaciones más jóvenes no son egoístas y no se creen con derecho a todo. Quieren que el mundo sea un lugar mejor. Valoran las oportunidades, sus trabajos y la mejora de las condiciones de vida para todos. Esperan generar un impacto y buscan aprender las habilidades que los ayudarán a hacerlo”, menciona en el mismo artículo Parmelee, también Chief People and Purpose Officer de Deloitte. Volviendo específicamente a México, Claudio Flores señala que la juventud es mucho más optimista de lo esperado, con seis de cada 10 adolescentes que perciben avances en México. Además, estos consideran a los mexicanos como personas trabajadoras, respetuosas, responsables, activas y divertidas, y siete de cada 10 jóvenes manifiestan que su esfuerzo será la fuerza que cambiará su vida… y no su país.
México es…
Sí, tal vez los jóvenes mexicanos pasan muchas horas en el teléfono. Sí, todavía no tienen el dinero suficiente para comprar un carro y mucho menos una casa. Sí, se están tardando más en casarse y tener hijos (si es que quieren). Pero estos comportamientos son el reflejo de la evolución de la sociedad: el celular, el internet y las redes sociales ahora son sus herramientas de trabajo. Les falta dinero porque el costo de la vida se encareció y no por igual los sueldos. No tienen familias como antes porque ahora se concentran primero en sí mismos. E, igualmente, los jóvenes no son flojos: están enfocados en sus propios intereses. No están chiflados: conocen y demandan el reconocimiento apropiado por su trabajo. No están poco preparados: cultivan las habilidades que son valiosas para ellos. No son extremadamente sensibles: son emocionalmente más inteligentes que ninguna otra generación previa. Es por eso que, a riesgo de sonar como político en campaña, los jóvenes no son el futuro de México: son el presente y la realidad del país. Así se ve el mexicano del siglo 21, como un joven seguro de sus capacidades, con el temple para enfrentar los retos de los errores de sus predecesores y con la bondad, inspiración y consideración para trabajar en un legado propio que trascienda e impacte a los que vienen.