¿Son las docuseries los nuevos realities?
Hace un año tenías que ver series como Game Of Thrones para poder participar en la conversación inevitable que se daba con tus amigos y familiares. Hoy, seguramente están discutiendo la última docuserie como Tiger King, Last Dance o el recién estrenado The Vow.
Este nuevo formato de contenido que vemos por todos lados parece ser serio en la superficie, con tonos críticos y más cuidado que un reality pero ¿realmente es muy diferente?
En Vulture, analizaron esta pregunta y concluyeron que las últimas docuseries que se han estrenado, a pesar de contar con directores de alto nivel, tramas serias y un aire de superioridad, usan las mismas técnicas para engancharte que un reality: drama, voyerismo y escándalo de la vida real.
De hecho, son una evolución muy pulida de la misma idea. Primero, llegaron con el morbo de las historias serias de asesinatos y de cultos, seguidos por el chisme de los grandes del deporte y ahora, estamos en la versión más suave con un auge de antojos (y más chisme) en Netflix con las docuseries de comida.
Que sigan lo que hacía adictivo a los realities no quiere decir que no tienen mérito en su creación ni que sea contenido de poca cultura: como todo, hay que tener un ojo crítico y no quedarnos en la superficie.
El fenómeno del estreno de la docuserie The Last Dance no es diferente a lo que pasó con cualquier reality de MTV en la década pasada o con Keeping Up With The Kardashians.
Aunque el contenido es diferente, sean menos episodios, tenga un mayor presupuesto y mejor cinematografía, la premisa que mantuvo a todos pegados a la pantalla es el mismo simple morbo de ver el drama de esa historia de la “vida real”.
La diferencia importante entre un reality y una docuserie es cómo se hacen. Los realities no pretenden ofrecer algo innovador. Muchas veces son pre-escritos, editados para lograr historias más dramáticas, orgullosamente vulgares y planeados para generar el morbo suficiente, siempre con un espíritu voyerista.
En cambio, las docuseries, por lo general graban tal cual como es la situación. En la edición, es donde pueden controlar la narrativa, enfatizar ciertos puntos de vista sobre otros, crear escenas atractivas que hagan más estéticas las situaciones mundanas y dejar fuera ciertas opiniones de las miles de horas que grabaron. Idealmente son objetivos, pero también pueden esconder entre líneas un voyerismo bajo un estilo y formato de alta cultura.
Esto pasa porque la cultura anglo-americana se ha dedicado por años a convertir formatos de poca cultura en nuevos, valiosos y elegantes objetos de deseo de alta cultura.
Tiger King es el ejemplo perfecto de esto. Su protagonista llevaba años tratando de sacar un reality de su historia sin éxito… hasta que la cambió al formato de narrativa de docuserie y pudo realizarla. Sumemos la locura de nuestros tiempos, en los que queremos llegar hasta el fondo de un tema y tenemos el contexto ideal para entrar a un hoyo negro adictivo que nos deja ser voyeristas, sin escondernos, bajo el pretexto de “es un documental”.