¿Tendremos unos decadentes años veinte?

En los “Locos años veinte”, también conocidos como los “Roaring Twenties”, empezó la época moderna como la conocemos. Se adoptó la línea de ensamblaje, el automóvil, la radio, el cine, la plomería en las casas y los electrodomésticos como los refrigeradores que nos facilitaron la vida en casa.

También comenzaron a tomar forma el consumismo y la cultura masiva. Coco Chanel sorprendió con los pantalones para mujeres (que siempre le agradeceremos), surgió el imaginario que amamos de Walt Disney; F. Scott Fitzgerald escribió el retrato del exceso y amor en The Great Gatsby (1925), el Art Decó se apoderó de las ciudades y el soundtrack era el jazz de Louis Armstrong. Aunque la historia se ha dedicado a retratarlo con mucha nostalgia como un periodo de alegría, derroche y gozadera, no fueron tan felices como nos han contado.

Había una supuesta prosperidad económica, pero la Gran Depresión sucedió en menos de nueve años y existía una latente amenaza de una posible segunda guerra mundial (se cumplió una década después). Mientras EUA prometía el “sueño americano” y Wall Street sustituía a la City londinense, Europa lamía sus heridas y trataba de recuperar un sentido de normalidad tras la Primera Guerra Mundial y la Fiebre española.

“Locos” es el término adecuado para la época de los veinte. Los contrastes de fiestas, baile charleston, clubs de jazz con exceso de ginebra, champaña y una moral relajada burbujeaban mientras Al Capone se consolidaba, el crimen aumentaba, crecía el pánico ante el gobierno bolchevique y en Alemania se fundaba el partido nazi. Era un mundo de contrastes, como la vida misma… y se está repitiendo en esta nueva pandemia.

AYER, ENTRE GUERRAS; HOY, ENTRE CRISIS

Ahora, ¿cómo vamos? En 2021 se crearon múltiples vacunas en tiempo récord y Tesla produjo casi medio millón de vehículos eléctricos en medio de la pandemia para el comienzo de una era con menos combustibles fósiles. Nos adaptamos a pasar todo a una videollamada —desde bodas hasta juicios— y cambiamos nuestros hábitos de higiene al grado de casi quitarnos una capa de piel por tanto gel antibacterial. A la par, el 5G promete (otra) revolución tecnológica.

Los sistemas sanitarios, tecnológicos y de comunicación son mucho mejores que en 1918 y tuvimos una respuesta inmediata ante la pandemia, pero también sufrimos las consecuencias de vivir en un mundo tan globalizado en el que el virus se esparció en cuestión de semanas (de Wuhan a tu colonia en menos de tres meses). El suministro mundial de comida, ropa, tecnología y demás se detuvo de un día al otro y sigue sin recuperarse del todo. La desigualdad social se maximizó con la pandemia y el tratamiento médico y económico le ha quitado (más) a las economías emergentes. Movimientos sociales como Black Lives Matter y el feminismo se sumaron a una demanda mundial que exige igualdad. Por supuesto que hemos avanzado en el tema, pero de nuevo repetimos la lucha social que existió en el siglo pasado.

Si bien de 1920 a 1930 fue un periodo entre guerras, podríamos considerar que de 2020 a 2030 será uno entre crisis. No logramos detener la climática. Tenemos una lenta recuperación de la económica de 2008 y podría desplomarse más, y cuestionamos con mayor frecuencia ciertas prácticas capitalistas. Parece que saldremos de una crisis, pero tendremos dos más pendientes. Llevamos un año y varios meses en esta pandemia, pero desconocemos si tendremos el mismo destino optimista de una década de derroche que evite los errores del pasado.

100 AÑOS SÍ HACEN LA DIFERENCIA

Coincidimos con los anteriores años veinte en una etapa de profunda transformación. Primero, el avance tecnológico. En ambos momentos de la historia —ayer y ahora— se dieron cambios dramáticos que marcaron avances sin precedentes. Los automóviles fueron ejes centrales de nuevas propuestas. Mientras que en los años veinte aparecía el petróleo y se democratizaba el automóvil con el Modelo A de Ford, ahora buscamos transformar la industria con modelos sustentables masivos de combustible verde, alternativas híbridas, eléctricas y hasta la prohibición en países como Bélgica de los coches diésel para 2030.

Si en el pasado el derroche económico era igual a un consumo sin medida, en esta década nos preocupamos por el consumo local, apoyar marcas pequeñas en vez de producción en masa y nos guiamos por un “menos es más” que nos recuerda el bienestar del planeta si cuidamos de consumir menos.

Las mujeres tienen un avance más progresivo ahora de lo que lograron en esa época. Incomodaron en los veinte con su apariencia, especialmente con el garçon — del francés ‘niño’, corte de pelo muy corto y escandaloso en su momento—, al fumar y empezar a vestir escotes, faldas cortas y mostrar sus brazos… pero eso se queda muy corto comparado con la independencia económica, política y laboral que existe en la década actual.

En el arte, al igual que en la industria automotriz, estamos en una transformación radical de las estructuras que nos dio el siglo pasado con subastas de NFTs, museos virtuales, artistas en Instagram y una nueva definición del hombre polifacético. Tenemos una nueva versión de Henry Ford en Elon Musk, pero nuestra visión de lo que significa un buen negocio para un país e incluso para el planeta es muy diferente y más aún si consideramos que Musk planea irse a Marte y dejar la Tierra a su suerte.

EN BUSCA DE LOS NUEVOS PERDIDOS

Pasemos a las buenas noticias. Estamos por emerger de nuestras casas a un nuevo mundo vacunado, listos para festejar reencuentros, amigos, bodas, graduaciones, cualquier excusa es buena. Economistas entrevistados por Bloomberg predijeron que, después de un primer semestre complicado, habrá un crecimiento económico del 4.7% para fin de año.

En 1921 fue hasta julio que empezó el milagro económico cuando acabó la recesión. Si logramos el plan de vacunación será un verano de apogeo; podríamos tener una nueva versión de la llamada “Generación Perdida” que vivía en el momento, entre ginebra y amor, como dijo el crítico literario y escritor Malcolm Cowley. En términos de tecnología estamos siete años adelantados en los productos digitales que se esperaban en los portafolios de sus clientes, según una encuesta de McKinsey & Company.

Ahora un cubetazo de agua fría. El mundo no avanzó en pasos tan grandes como se esperaba en 1920, mismo año en el que se escuchó la palabra ‘robot’ por primera vez. Sí, tenemos a Roomba y a Alexa, esperamos tener todo en la nube próximamente y podemos trabajar desde cualquier rincón del mundo con solo tener WiFi, pero no estamos en un parteaguas tan significativo como lo fue el tener una tostadora, un refrigerador y un coche por primera vez en casa. El cambio en la vida cotidiana de cualquier individuo de 1920 a 1929 fue más radical que lo que veremos de 2020 a 2029.

Esto no quiere decir que no veremos cambios significativos en la década que empieza. Por supuesto podemos decir que estamos más avanzados en muchas áreas, pero no es sensato esperar la misma locura y excesos de los primeros años veinte. Esta vez será una versión rebajada con agua.

Nuestra situación emocional es el único factor que se ha repetido con la misma intensidad. El aislamiento y las limitaciones alimentaron el deseo de tener una vida social muy activa para compensar y el ahorro al quedarse en casa está listo para salirse de la cartera. ¿Retomaremos las fiestas, los conciertos y el llenar los estadios? Claro. ¿Gastaremos a lo loco? No, si aprendimos las lecciones de las crisis económicas pasadas, especialmente la Gran Depresión de 1929 y aceptamos que seguimos en recuperación. ¿Habrá cambios sociales? Por supuesto, este punto probablemente es el único que puede ser tan fuerte como se pretendía en 1920 y es parte de lo que caracteriza esta década, una lucha social incansable y audaz. ¿Quedará atrás el capitalismo? No nos emocionemos demasiado.

De lo que podemos estar seguros es que estamos en unos optimistas años veinte en los que transformaremos radicalmente industrias del siglo pasado como la automotriz, por ejemplo. Combatiremos las crisis de consumo, ambientales y sociales. Encontraremos nuevas definiciones y espacios para el trabajo, para los roles sociales y hasta en las experiencias cotidianas desde cómo comemos, qué tocamos y qué vemos.

Comparados a los primeros años veinte que fueron viscerales y sin meditación, ahora en estos nuevos años veinte y con tanto tiempo encerrados, sí hemos reflexionado sobre lo que realmente queremos en el futuro. Buscamos sanar para evitar la decadencia y antes de caer en trampas como fabricar coches voladores, preguntémonos: “¿Realmente necesitamos un coche que vuele?”.