Trabajar ocho horas no funciona
El mito de que tenemos que trabajar ocho horas diarias para tener una jornada productiva es una mentira. Este esquema que tenemos gracias al socialista británico Robert Owen -el primero al que se le da el crédito de inventarlo- establece que debían ser “ocho horas de trabajo, ocho de recreación y ocho de descanso”. Este plan se implementó en el siglo XIX y, comparado con las 12 a 14 horas que trabajaban en aquel entonces, sonaba lógico y era un avance.
La historia se complicó cuando Henry Ford aportó sus ideas y estableció que fueran cinco días y un total de 40 horas por semana. Él consideraba la eficiencia de ensamblaje para sus coches, valorando el tiempo sobre todo lo demás. Hoy, la nueva primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, comentó que se podría explorar la idea de una semana de cuatro días laborales. ¿Afectaría la productividad?
Los estudios y los resultados dicen que no. En Japón, Microsoft hizo la prueba de una semana de cuatro días de trabajo y la productividad aumentó un 40%, las juntas fueron más eficientes y los trabajadores no pidieron días libres. Por otro lado, una organización en Australia lo intentó con seis horas al día y evitó actividades poco productivas como reuniones muy largas, correos sin sentido y tiempo perdido en internet.
En un artículo de The New York Times se desarrolla la idea del entrepreneur alemán Lasse Rheingans, quien propuso cinco horas al día. Llegan a las 8 AM, se van a la 1 PM y nadie espera que trabajen hasta la mañana siguiente. Su experimento argumenta que cuando quitas las distracciones que te hacen perder el tiempo y son ineficientes (como las juntas eternas), y te dedicas por completo durante esas cinco horas, logras el mismo resultado. Las reglas para que funcione es que los empleados deben dejar sus celulares en sus bolsas o mochilas, no usar redes sociales, juntas de 15 minutos o menos y revisar el correo solamente dos veces por día. Adiós a revisar el correo a la mitad de una comida o en el gimnasio. Todo se hace en la oficina.
El tiempo que pasas en la oficina y en el que trabajas es diferente. En la era del smartphone y WhatsApp como parte de la comunicación laboral, el tiempo que trabajamos se ha extendido sin límite. Entre correos y mensajes fuera de una oficina física, tanto en fines de semana como noches entre semana, las horas laborales no tienen un horario fijo. Puedes estar sentado 8 horas sin hacer mucho pero llegar a casa a trabajar otras dos horas gracias a un correo o mensaje fuera de tiempo.
También es cierto que el formato actual de ocho horas por cinco días desgasta mucho al oficinista, por lo que es muy común que existan breaks de comida, desayuno, el cafecito y demás que ocupan horas que deberían ser productivas. Si un emprendedor alemán ya comprobó que perdemos mucho tiempo en la oficina, ¿por qué no cambiar radicalmente y tener un equilibrio entre la vida laboral y personal, con cinco horas de chamba al día?