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Por María Eugenia Guzmán Barcena. Estudia el 9.° semestre de la Licenciatura en Sociología. UDEM.
La humanidad ha roto su propio récord. El 15 de noviembre de 2022, la ONU anunció que sobrepasamos la medida poblacional a más de 8 mil millones de habitantes en la Tierra. En 1950 éramos 2,500 millones. Se estima que la población mundial aumentará casi 2 mil millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 8 mil millones actuales a los 9,700 millones en 2050, y podemos llegar a un pico inimaginable: 10,400 millones para 2080.
Ante este fenómeno, la ONU declaró el 15 de noviembre como el “Día de los 8 mil millones”, lo que marca un momento simbólico dentro de la historia de la humanidad. Sin duda, gracias a las medidas modernas de salubridad, los esfuerzos por mejorar la calidad de los alimentos y la vida posindustrial han sido factores que han permitido la longevidad de la población: cada vez nace más gente y menos muere.
SOMOS MUCHOS
No todas son buenas noticias: el fenómeno sobrepoblacional también presenta un reto gigantesco para la gestión global en materia de recursos sostenibles, de disminución de desigualdades y de espacialidad.
Si tomamos en cuenta el contexto de la sociología urbana y la geografía, a partir del estudio de las poblaciones desde una perspectiva demográfica, es posible observar la cambiante dinámica que existe y vincularla con diversas teorías para analizar las consecuencias ante el aumento o la disminución de la cantidad de personas que habitan un solo punto.
La perspectiva sociológica toma un papel vital en esta discusión: este fenómeno no solo afecta la espacialidad física, sino que tiene consecuencias más allá de las políticas públicas, el desarrollo sostenible y la culturalidad que cada territorio representa desde donde está, la cual se vincula también con el fenómeno migratorio. Entonces, si ya somos 8 mil millones de personas, ¿qué implicaciones cercanas encararemos?
SEREMOS MÁS
Algunos de los retos que hemos comenzado a enfrentar como humanidad de unos años hacia acá son la contaminación y el calentamiento global por el consumo, lo que ha degradado nuestros océanos y ha desaparecido nuestra flora a un ritmo alarmante.
Los humanos, en su necesidad por continuar expandiéndose, han arrasado con los bosques para el desarrollo de la agricultura, para generar viviendas y para fomentar la comercialización de productos. Lo mismo sucede con el consumo de carne y productos de la tierra, los cuales han requerido tener una amplitud en su producción para lograr alimentar a las miles de millones de personas que necesitan cumplir con mínimo tres comidas diarias.
Además, la ONU prevé que en siete años seamos 500 mil más; como en todas las proyecciones, claro que existe cierto margen de error en cuanto a estos últimos datos. Los resultados se basan en la variante media de la proyección de fecundidad, que contempla un descenso de esta en los países donde aún predominan las familias numerosas y un notable aumento en países en los que la media de fecundidad es inferior a dos hijos, por ejemplo, en algunos países del continente africano.
La población de África, según algunas estimaciones, podría cuadruplicarse a finales de siglo. Para entonces podría tener más gente que China, que cuenta con 10 veces más terreno. Todo depende de las tasas de natalidad. Las proyecciones se basan en suposiciones y la realidad podría ser muy diferente.
¿TENEMOS ESPACIO SUFICIENTE?
En general, todas las previsiones y teorías sobre el fenómeno de la sobrepoblación del siglo pasado aseguraban que esta llevaría al fin de la raza humana, sin embargo, hoy se ha adquirido una perspectiva distinta. Según el doctor en geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Fernando Gil Alonso, la sobrepoblación es cosa del pasado. Sin duda, este concepto es algo difícil de entender cuando se nos han enseñado teorías apocalípticas del final de los tiempos. Bajo los planteamientos de la teoría de la transición demográfica, la situación cambia.
En todas las etapas de la historia, siempre desciende la mortalidad antes que la natalidad. Esto provoca que, cuando vuelve a subir la natalidad, haya un periodo con mucha más gente joven en edad de procrear, y se da ese aumento exponencial de población. Eso es justo lo que sucedió en la segunda mitad del siglo pasado.
Pero el fenómeno ha cesado, la fecundidad está descendiendo y lo que vivimos ahora es la inercia. A finales de siglo, la población se estabilizará en unos 11 mil millones de habitantes y ya no pasará de ahí.
Ahora, si bien es un mensaje algo tranquilizador, ese número de personas continúa siendo alarmante desde otras perspectivas. El problema, por lo tanto, debe reenfocarse más allá de la espacialidad y tomar en cuenta la explotación, la utilización de esos recursos y, por extensión, la degradación del medio ambiente.
NECESITAMOS PLANETA Y MEDIO
No es tanto que la población vaya a crecer demasiado, sino que estamos consiguiendo que nuestro mundo se vuelva cada vez más pequeño. Junto con el desgaste del medio ambiente, los humanos somos quienes producimos las catástrofes naturales, lo que ha vuelto muchas zonas ya inhabitables. Asimismo, las administraciones y empresas tienen que empezar a tomar medidas para cambiar el modelo de consumo.
Estamos en un momento en el que consumimos productos a una tasa de 1.5 veces los recursos que necesitamos para producirlo, lo que significa que, al ritmo actual, haría falta un planeta y medio para abastecer a todos.
Y eso sin contar con que los países emergentes empiecen, paulatinamente, a consumir al mismo nivel que los países más industrializados. Por todo lo anterior, solo queda decir que la superpoblación no es el gran problema de nuestro siglo, pero sí su gestión. De nosotros depende el futuro, depende de qué condiciones del planeta queremos heredar a nuestros hijos. De nosotros depende tomar decisiones responsables, regular nuestro consumo y cuidar el entorno.
Ser conscientes de las problemáticas que atravesamos nos vuelve embajadores del cambio social. Entonces, ¿qué medidas vas a tomar para crear un cambio?