La fórmula de nuestras series favoritas
Por Janeth Juárez, profesora UDEM en departamento de Cine y Comunicación
Sabes bien cómo identificar la serie del momento. Todo el mundo, sin falta, se congrega alrededor de una pantalla para ver el nuevo capítulo el mismo día de su estreno (Hace meses era Stranger Things, y parece que fue ayer con Game of Thrones… qué tiempos). Las redes sociales están repletas de spoilers, memes y teorías locas sobre el final de temporada. Los youtubers y tiktokers que dedican sus cuentas a este tema no dejan de subir videos en donde opinan con y sin spoilers (consideración, ante todo) sobre el nuevo episodio. Y nos emocionamos, sorprendemos y lloramos por una nueva temporada pero… ¿te has puesto a pensar qué tienen en común todas estas series? ¿Por qué nos gustan tanto?
Retrocedamos un poco en el tiempo. ¿Cómo se relataban las historias antes del formato audiovisual? Los hombres de las cavernas (hasta donde sabemos) se sentaban alrededor de una hoguera a contar historias en la pared, apoyados de las sombras que ellos mismos producían. Según el experto en literatura y evolución Brian Boyd, los seres humanos encontramos en las historias un gran aliado que bien pudo habernos acompañado desde los inicios del lenguaje.
Avanzando en el tiempo hacia la Grecia antigua, Homero recitaba poemas de historias épicas sobre guerra, poder, amor, sexo y muerte. ¿The House of the Dragon? Uy, cerca… pero no. Más bien La Ilíada y La Odisea. Ahora, llegando al siglo XVII en la época del teatro isabelino, William Shakespeare se volvió la sensación por sus historias de tragedia y comedia que se siguen reproduciendo en la actualidad, y por sus personajes tan característicos que se volverían la base de autores para diseñar a muchos más en el futuro.
Por su parte, el cine empezó en París con pequeños filmes de dos minutos en una sola toma, y aspiraba a permitirnos visualizar las partes más profundas de nuestra imaginación. La televisión se popularizó gracias a la fusión de la inmediatez de la radio y el lenguaje audiovisual del cine. La investigadora Ana Tous afirma que “la ficción es el auténtico motor de la industria televisiva”, que además ha evolucionado debido a las plataformas de streaming.
La humanidad y la sociedad se mueven a través de historias que recrean (y a veces hasta mejoran) nuestra realidad e influyen en la forma en que percibimos el mundo. Según un estudio realizado por las universidades Yale y Princeton, cuando nos cuentan una historia se estimulan zonas cerebrales que de igual forma se activarían si estuviéramos viviendo eso mismo. Por esa razón es que nos comprometemos tanto con los personajes; sentimos sus emociones como propias, nos frustramos, reímos y hasta lloramos.
Ahora piensa en tu serie favorita. ¿Qué tiene en común con las pinturas rupestres, las historias alrededor de la fogata y los grandes clásicos de la literatura y el teatro? Pues que te hace ver una realidad aparentemente ordinaria con algo especial y, por otro lado, te origina una sensación de reencuentro con algo genuino que estaba escondido en tu interior. En otras palabras, te hace tomar distancia de la realidad y, a la vez, reencontrarte con ella.
¿Y por qué no podemos dejar de verlas? Bueno, el estilo narrativo de las series de televisión se articula a través de episodios entrelazados que se complementan unos a otros. A lo largo de las temporadas se siembran pequeños detalles que vas recogiendo conforme las ves, para después, al embonarlos juntos como un todo, resulten en una asombrosa revelación que te quite el aliento. Y tú, ¿con cuál serie te has sentido así?