Agua, un lujo
Por César Nanni, colaborador UDEM en la Vicerrectoría de Formación Integral
En estos últimos meses, seguro que en más de una reunión familiar o entre amigos salió a colación el tema del agua. Desde charlas amenas sobre cómo hasta ahora no habíamos sido conscientes del privilegio de tener agua en las tuberías las 24 horas los 365 días del año, hasta conversaciones más acaloradas sobre quiénes son los responsables que nos orillaron a esta catástrofe. En lo personal no soy mucho de opinar y alimentar controversias, más bien me gusta escuchar y analizar las posturas de los demás. Y algo que he notado es que aún no hemos interconectado los problemas sociales y ambientales con un sistema que beneficia a algunos a costa de muchos.
En la escuela aprendemos que el 70% del planeta Tierra está cubierto por agua, lo cual nos da la ilusión de que sería imposible que se terminara. Sin embargo, nos falta leer las letras chiquitas en donde se aclara que de todo ese 70% solo el 3% es agua dulce y ⅔ de ese porcentaje se encuentra congelado. Damos por hecho que el recurso está ahí y que se trata de algo a lo que todos tenemos derecho, pero lamentablemente no nos hemos responsabilizado en cuanto a cómo utilizarla de manera adecuada. Y como buenos ciudadanos atrapados en un sistema de consumo, quien pueda agarrar más las lleva de ganar.
Y esta triste historia de escasez no es nueva ni única en el mundo. Uno de los ejemplos más dramáticos es la casi desaparición del Lago Chad en el oeste de África. Este cuerpo de agua suministraba el recurso a aproximadamente 25 millones de personas, además del sistema de riego para la agricultura. Otro caso similar es el Mar de Aral, el cuarto lago más grande del mundo y se encuentra entre Kazajistán y Uzbekistán. Hoy en día este cuerpo de agua solo tiene un 10% de lo que solía tener por allá de los años cincuenta. Y así, podemos viajar de región en región observando casos similares en donde el recurso hídrico se sobreexplota solo por el hecho de tener acceso a él.
¿Y quién nos obliga a explotarlo? Un sistema en donde vemos al medio ambiente como una fuente de recursos inagotables, que podemos utilizar a nuestro beneficio y sin responsabilidad. En donde explotamos sin restricción porque al final del día el problema es de todos aunque, paradójicamente, no todos tenemos los medios para adaptarnos de igual forma. Y así nos percatamos de que la población no sufrirá las consecuencias de la misma manera. Mientras que algunos pasan días sin acceso al agua, también notamos que la única preocupación de otros es poder regar su jardín.
La sequía extrema y la escasez del agua las podemos enlazar como consecuencias del cambio climático, y además de la falta de agua también estamos experimentando las temperaturas más altas desde inicios de la revolución industrial. Adaptarse y mitigar el cambio climático y sus consecuencias desde la individualidad requieren de una inversión que no todos poseen, dejando a la vista la necesidad de soluciones sistémicas con una perspectiva de justicia climática. Debemos identificar las injusticias y buscar soluciones que apoyen a quienes tienen menos para enfrentarse a estos drásticos cambios que ponen en riesgo nuestra salud y bienestar.