Atletas anónimos

Estas personas nacieron para marcar una diferencia en nuestro país y demostrarnos que no importa de dónde vengan, lo importante es hacia dónde van: escalar una nueva montaña, recorrer kilómetros y kilómetros en huaraches o jugar un partido de básquetbol descalzos.

Lorena Ramírez: corredora de “pies ligeros”

Con sus huaraches y su vestido rarámuri, Lorena (23 años) ha conquistado montañas en México y Europa. Lejos de casa, y gracias a una pisada atípica –en donde utiliza el arco del pie y no el talón–, logró un tercer lugar en el ultramaratón en el Teide (Tenerife, España) con un tiempo de 20 horas, 11 minutos y 37 segundos. Es la primera rarámuri (que significa “de pies ligeros” o “corredores a pie”), en participar en este evento deportivo de alto rendimiento, y lo hizo como siempre ha corrido: en huaraches negros y vestido verde. En casa, tiene sus raíces bien plantadas: todos los días se levanta para pastorear chivas en la Sierra Tarahumara por más de seis horas. ¿Otra muestra? A su regreso de su odisea en España, repartió su premio a los integrantes de su comunidad en la Ciénaga de Norogachi. Lorena no sabe hablar español, pero eso nunca la ha limitado. Cuando corre, se convierte en políglota.

Rafael Jaime: un conquistador que sueña con montañas

Rafa es el primer ciego que completó un Ironman. Nació en Guanajuato y creció en un vecindario alegre, lleno de amigos que se juntaban para echar la cascarita. Sin embargo, la tragedia lo alcanzó temprano: a los cinco años le diagnosticaron una retinoblastoma bilateral (un tipo de cáncer de ojo) que lo llevó a perder la vista de su ojo derecho. «A mi ojo derecho no le gustaba bailar, y al otro ojo le encantaba bailar reggaetón», nos contó en entrevista exclusiva.

Rafa salió de su casa a los 16 años, y se enfrentó a una vida de drogas y alcohol, por lo que la tragedia lo alcanzó de nuevo: el cáncer regresó cuando tenía 18 años. Perdió la vista también de su ojo izquierdo. De esta manera y sin nada que perder (¿hay algo más?), empezó su proyecto de vida, con compañeros atletas que le prestaban sus ojos para poder llegar a la meta… y así corrió por África, Sudamérica, Europa y Asia.

¿Qué sigue? Rafa no para y planea llegar mucho más alto en su siguiente aventura: quiere escalar las montañas más altas de América. «Hay personas que contemplan sus sueños sentados y yo quiero ser una persona que persiga sus sueños. Sí, existe la posibilidad de que no pueda volver a bajar la montaña, pero sería la mejor muerte porque estoy haciendo lo que a mí me gusta y me apasiona en la vida. Hoy te puedo decir que haberme quedado ciego es lo mejor que me ha pasado».

Niños triquis: gigantes de pies descalzos

Sobre canchas que servían como helipuertos militares en la sierra de Oaxaca, este equipo de niños triquis comenzó su sueño y empezó a entrenar básquetbol. Sergio Zúñiga, su entrenador, les pedía tres requisitos para poder entrenar: leer un libro cada 15 días, hablar su lengua materna y tener un buen promedio en la escuela.

Niños con la camiseta bien puesta –aunque casi siempre descalzos, ya que les incomodaban los tenis– jugaron en varios países de América y Europa, como Alemania, Argentina, Estados Unidos y Uruguay, y siempre se comunicaban en su lengua natal.

Ahora cada uno de estos atletas, ya adolescentes, logró salir adelante. Varios consiguieron becas en el extranjero y esperan volver a casa como profesionistas para mejorar las condiciones de su comunidad. Ejercicio, un libro cada 15 días y buenas calificaciones: una rutina infalible.