China: su historia y su sociedad
Un poco de historia
China es una de las cuatro civilizaciones más antiguas del mundo junto con Egipto, India y Mesopotamia. A lo largo de su historia, el territorio se ha aislado de Occidente en múltiples ocasiones, lo cual le ha dado la oportunidad de innovar en muchos aspectos.
Trabajaban la cerámica cocida desde el Paleolítico —hace ya unos 20 mil años— y pronto se convirtieron en expertos de otros materiales, como el bronce y la seda. Este último material les otorgó un estatus privilegiado en el comercio internacional del siglo XIX, con la instauración de la Ruta de la seda.
Pronto, la Ruta de la seda fue establecida por China como una forma de decirle al resto del mundo que estaban con ellos, pero que no podían hacerle frente. Y es que, al conectar diversos territorios de Asia y Medio Oriente como la India, Irán, Arabia y Egipto, la comunicación y los avances tecnológicos aumentaron. Con ello, la influencia de China en el mundo también —en la actualidad, los historiadores le atribuyen a Napoleón Bonaparte la frase “cuando China despierte, el mundo temblará”.
Flash forward hacia el siglo XX: el Partido Comunista Chino (PCC) fue fundado y el rumbo de esta nación cambió por completo. Sin embargo, no fue hasta la llegada de Den Xiaoping al poder en que China realmente “despertó” (económicamente hablando), para la alegría de unos (y la decepción de otros).
Así, China comenzó su transformación al país que hoy conocemos: un país de gobierno y sociedad comunista, pero con economía capitalista. En palabras del mismo Xiaoping: “Gato blanco o gato negro… da igual. Lo importante es que cace ratones”.
En el siglo XXI, exactamente en 2013, llegó Xi Jinping. Su gobierno se ha destacado por la creencia en “las tres confianzas”: la teoría del socialismo con características chinas, el camino que sigue el país y el sistema político presente. Además, ha propiciado que China deje de seguir las reglas del sistema internacional para ser el actor que las cambie a su conveniencia.
Por otro lado, Jinping y el PCC han impulsado la percepción de que China no es solo un Estado, sino un Estado-civilización con un sueño, llamado 中国梦 (zhongguo meng. Bajo esta visión, la prosperidad y grandeza china solo podrán alcanzarse por medio de reformas económicas, el esfuerzo colectivo y el nacionalismo, así como el comunismo y el confucianismo, como una conexión con los valores antiguos.
Así, la China del siglo XXI se caracteriza por ser una China modernizada y desarrollada, líder en el escenario internacional y avanzada tecnológicamente para desarrollarse en el ámbito económico. También ha sido objeto de duras críticas, como lo son la represión contra los chinos-musulmanes uigures en Xinjiang y la tumultuosa integración de Hong Kong a la Gran China.
La población es mucha. La sociedad también.
La sociedad actual tiene una personalidad única en su tipo. Una herramienta muy útil para entender la cultura moderna es a través del modelo de cultura nacional del profesor Geert Hofstede, el cual consta de seis dimensiones medidas en una escala del 1 al 100: distancia de poder, individualismo vs colectivismo, masculinidad vs feminidad, evitación de la incertidumbre, orientación a largo plazo vs orientación a corto plazo, e indulgencia vs moderación.
Sobre la distancia de poder, China tiene una alta puntuación de 80, lo que significa que es una sociedad con relaciones de poder polarizadas. Es decir, las desigualdades entre las personas —por clase social, edad, género, etcétera— son aceptables.
En cuanto a la segunda dimensión, China posee una puntuación de 20, que refleja el colectivismo con el que conducen sus relaciones. Más allá de actuar por interés propio, las personas chinas tienden a trabajar por los intereses de los grupos a los que pertenecen, especialmente la familia.
Poniendo la masculinidad frente a la feminidad, China obtiene una puntuación que refleja el carácter masculino de su cultura. Esto no está ligado intrínsecamente con el machismo; más bien, tiene que ver con las motivaciones de las personas.
Hofstede indica que una sociedad masculina está orientada e impulsada por el éxito. Ejemplo de ello son los estudiantes chinos, quienes se preocupan mucho por los resultados académicos porque son una manera de medir el éxito desde temprana edad.
La orientación a futuro, por su parte, se entiende como la necesidad de cada sociedad de mantener vínculos con su pasado mientras se enfrenta a los desafíos del presente y del futuro. China alcanza 87 puntos en esta dimensión, lo cual reafirma su carácter pragmático con respecto del criterio anterior. Por tanto, las personas chinas demuestran una gran capacidad para adaptar sus tradiciones a las condiciones cambiantes, así como perseverancia para lograr resultados. No por algo los restaurantes de comida china son muy populares en los centros comerciales y barrios a nivel internacional.
Por último, al observar la forma en que las personas fueron criadas en su infancia podemos deducir si construyen sociedades indulgentes o restringidas. Sobre esta dimensión, China tiene una puntuación baja de 24 puntos, que se traduce en personas que controlan mucho su tiempo libre. En otras palabras, las sociedades con esta orientación consideran que sus acciones individuales siempre deben mostrar resultados útiles, por lo que “darse un gusto” es algo incorrecto. No es casualidad que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya identificado que la depresión y la ansiedad son los dos trastornos de salud mental más prevalentes en China.