Ni la guardes ni la tires: mejor junta, entrega y recicla

Cuando se fue de intercambio a Estados Unidos, obligado a comprar otro artículo sin pensar qué hará Álvaro Núñez encontró su vocación gracias a una grabadora de doble cassette (¿se acuerdan de esos artefactos en los que se podía grabar y reproducir la música?) que permaneció abandonada en el jardín de la vecina por semanas. Impresionado por el tiempo que el aparato llevaba en el mismo lugar, una mañana, mientras caminaba hacia la escuela, se animó a preguntarle a la mujer por qué no lo arreglaba. “Me sale más cara la compostura que comprarme una nueva”, respondió cortante.

La curiosidad por saber qué sucedía con los electrodomésticos una vez que salían de las casas, lo llevó a descubrir la economía circular, una estrategia que busca prolongar la utilidad de los productos el mayor tiempo posible para minimizar la generación de residuos.

Una familia mexicana decide renovar el refrigerador. Una empresa decide deshacerse de sus viejas impresoras. Un colegio renueva el laboratorio de computación. Un adolescente cambia su smartphone por un modelo reciente. “Todas son acciones que, al multiplicarlas, producen millones de toneladas de chatarra electrónica que cada vez más invade al planeta”, explica en entrevista Ornela Garelli Ríos, especialista en Consumo Responsable y Cambio Climático de Greenpeace México.

Para la experta, el primer factor que detonó el aumento de basura electrónica, y también daños al medio ambiente, es la obsolescencia programada pactada en la industria digital, en la que cada aparato tiene una duración máxima de 10,000 horas, un modelo de negocio lineal donde el usuario se ve obligado a comprar otro artículo sin pensar qué hará con el que reemplaza.

Transitar hacia un estilo de vida más sustentable se ha convertido en una tarea titánica, ya que, en julio pasado, el Congreso de la Unión aprobó reformas a la Ley Federal de Derechos de Autor y el Código Penal Federal, que obstaculizan la reparación de aparatos electrónicos en lugares ajenos a los centros de servicio de las empresas que los comercializan.

Se trata de reformas que “favorecen el modelo capitalista actual de producción y consumo en masa, basado en la explotación de la gente y la naturaleza, pues pone en riesgo a quienes reparan aparatos, obligando a la compra de nuevos productos en beneficio de las grandes empresas”, explica Iván Martínez, oficial de incidencia de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D).

Ante este panorama de consumo lineal, es importante que las personas creen una conciencia de consumo, pero la responsabilidad debe venir de las grandes empresas y el gobierno. “A nivel individual debemos actuar, pero decir que somos los únicos culpables puede ser injusto, debido a la falta de políticas públicas integrales”, reflexiona Garelli.

BOTES DE BASURA SIN APARATOS DIGITALES

Muchos de esos aparatos que son sustituidos se abandonan, desechan o simplemente arrumban en la profundidad de un clóset, porque la gente no sabe qué hacer con ellos, a pesar del gran valor comercial que conservan, ya sea porque todavía funcionan o contienen materiales valiosos que pueden reciclarse. Fue así como Álvaro Núñez identificó una necesidad y buscó cómo resolverla a través de un servicio de recolección de basura digital a domicilio.

Desde hace tres años, creó Junta, Entrega y Recicla (JERapp), una plataforma móvil y web en la que los usuarios se registran, crean una cuenta, piden una solicitud de recolección en la que indican el tipo de paquete que reciclarán (electrónicos, ropa, libros) y la cantidad de artículos, realizan el pago por la recolección según el peso, ubicación y tipo de productos del paquete, y finalmente lo entregan al mensajero el día que se solicitó.

Para llegar hasta ese descubrimiento recorrió un largo camino. En 1999, cuando regresó a México para graduarse como Ingeniero Industrial, la idea de reciclaje electrónico tuvo que esperar, ya que en esa época las personas sí arreglaban los aparatos. “Había una cultura de reparación. Si la tele se descomponía, la llevabas con el técnico y listo”, recuerda el emprendedor.

Fue por eso que decidió enfocarse en el reciclaje de plásticos, pero seis años después decidió viajar a Massachusetts, EUA, para elaborar un plan de negocios que le permitiera recaudar capital (e ideas) para encontrar respuestas a la crisis generada por los desechos electrónicos.

En 2009, arrancó Recicla Electrónicos México (REMSA), una empresa sustentable que explora las posibilidades que tiene la basura electrónica para la que nadie había encontrado un nuevo uso. “En nuestro proyecto es fundamental el uso de las 3Rs: reducir, reutilizar y reciclar. Si tienes una impresora que no utilizas porque los cartuchos son caros, debes saber que tiene componentes que son útiles para otros artículos”, comenta.

Poner orden entre la basura electrónica es quizás el paso más importante en REMSA. Una vez que los desechos llegan a la planta de reciclaje, son clasificados para entrar a un proceso de desensamble aprobado por la ONU. “Se hacen tarimas de CPU, laptop, celulares, enchufes, cables o pantallas para recuperar los plásticos diferenciados, las tarjetas, metales”, explica Núñez.

Tras años de investigación, en REMSA dieron con el gran avance que buscaban: ofrecer un servicio digital que les permitiera recolectar la basura electrónica sin hacer que los usuarios inviertan tiempo en desplazarse a centros de acopio.

Este esfuerzo ha repercutido en evitar que la basura electrónica ocupe 58,000 metros cúbicos de relleno sanitario y quede enterrada, tirada o exportada de manera ilegal a otros países.

La tecnología es una herramienta que permite darle solución al problema ambiental que generan los residuos electrónicos. Desarrollar todo un proceso de recolección, reciclaje y reúso, tal vez, hubiera evitado que la grabadora de doble cassette de su vecina terminara enterrada en algún lugar del mundo produciendo plomo o mercurio. Porque los desechos electrónicos del pasado son siempre el problema ambiental del presente.