En defensa de la psiquiatría en un mundo moderno

Por Nelly Pacheco, Directora del Programa Académico de Médico Cirujano Partero

La psiquiatría ha sido un área de la medicina con un pasado oscuro y posiblemente sea la única especialidad médica que cuenta con su propio movimiento antagónico —la antipsiquiatría— desde los sesenta y que favorece a la desinformación, el desprestigio y la desconfianza (por ahí no se escucha sobre un movimiento anticardiología o antidermatología, por fortuna).

Esto se debe a múltiples motivos: en sus inicios, los tratamientos tenían efectos adversos significativos y eran usados indiscriminadamente. Uno de estos es la terapia electroconvulsiva (TEC), conocida popularmente como terapia por electrochoques.

A pesar de que se ha demostrado que es efectiva y segura en diferentes patologías, como depresión o esquizofrenia, es poco usada por el estigma. La industria cinematográfica tampoco ha sido muy justa con la enfermedad mental ni con los psiquiatras. Uno ejemplo es la película Atrapado sin salida (1975), en el que podemos ver que Randle Patrick McMurphy, protagonizado espectacularmente por Jack Nicholson, no la pasa muy bien después de recibir el tratamiento que mencioné. Además, en otros casos, simplifican al paciente a una imagen caricaturesca y violenta, un peligro para los demás o con limitaciones graves, dependencias y poco funcionales. A los psiquiatras tampoco les va bien: son personajes extraños, poco amigables y distantes de la ciencia.

La naturaleza multifactorial y compleja de estos padecimientos ha favorecido el miedo, la repulsión y el desconocimiento de forma generalizada por varias décadas y en diferentes partes del mundo. Esto dificulta que las personas hablen abiertamente de sus padecimientos psiquiátricos, porque tienen miedo al rechazo, al juicio, a ser invalidados, a perder su trabajo y muchas otras consecuencias dolorosas que solo generan aislamiento y contribuyen a empeorar el estado de salud.

Asimismo, se ha cometido la injusticia de darle un contexto de voluntad, lo cual generalmente no ocurre con otros padecimientos y termina viéndose tan ilógico como decirle a alguien con un hueso fracturado que camine o a alguien con neumonía que deje de toser y que no está intentando lo suficiente.

La buena noticia es que los tratamientos han avanzado como muchas otras áreas de la medicina. En general, son bien tolerados y tienen una respuesta favorable, aunque hemos visto que, en una buena parte de los casos, al tratarse de seres complejos con cuerpo y alma, y debido a factores ambientales, no encontramos todas las respuestas en una pastilla, sino que también van acompañados del tratamiento farmacológico de algún tipo de psicoterapia, actividad física, cambios en nuestros hábitos, pasar tiempo en la naturaleza, disfrutar del arte, etcétera.

Los jóvenes han tenido un papel clave en la percepción actual de la salud mental y la psiquiatría. Es un tema que se ha abierto en los últimos años, se habla en redes sociales, han aumentado exponencialmente las palabras “terapia”, “salud mental” y otras en internet y en los medios de comunicación. Uno de los ejemplos más representativos es Simone Biles, gimnasta olímpica estadounidense que sentó un precedente en el deporte en Tokio 2021, al retirarse de los Juegos Olímpicos y decir públicamente: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que la salud mental es más importante en los deportes en este momento. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.

Además, la pandemia de coronavirus permitió que el tema tomara aún más relevancia. Todos estábamos ante una crisis, intentando adaptarnos, pero en el camino frente a la incertidumbre y la pérdida, muchos sufrimos ansiedad, depresión, insomnio, entre otros.

Lo bueno: esto invitó a muchas personas a acudir a un profesional de la salud mental, en gran parte de los casos por primera vez, y así pudieron cambiar su perspectiva.

La estadística dice que una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental, por lo que el tema tiene que ser hablado y no con referencias a la ficción, sino desde la ciencia y la empatía.

Nosotros somos los que estamos padeciendo estas enfermedades y somos los responsables de hacer el cambio para favorecer la atención médica e integración social, dejar de manifestar ese miedo y desconocimiento como rechazo y acompañar a quienes están pasando por esto, como en cualquier otra enfermedad.

Si apoyas a alguien que tiene algún padecimiento mental, si no juzgas, si escuchas, si acompañas, si te informas del tema, si aceptas, si lo hablas con naturalidad, estás combatiendo el estigma y estás ayudando a que más personas se atiendan de forma oportuna. Está en ti.