Epidemiólogos explican los errores frecuentes en la inmunidad de grupo

Hemos escuchado el término de “inmunidad de grupo” para el COVID-19 por todos lados, incluso hay quien afirma que en México estamos próximos a alcanzarla pero, ¿es realmente la respuesta? Y si es así, ¿cómo lo lograríamos? Un grupo de epidemiólogos explicaron a Vox que hay dos maneras de obtenerla: la lenta y la catastrófica. Te explicamos qué implica cada una y los errores comunes que malinterpretan su función.


Primero, el término de “inmunidad de grupo” usualmente aplica en el contexto de una campaña de vacunación en el que se calcula cuántas personas deben ser vacunadas en una población para poder prevenir una epidemia. Como lo explica Bill Hanage, epidemiólogo e investigador en Harvard: mientras no tengamos una vacuna, hablar de llegar a esta inmunidad solo podría suceder de una forma natural, es decir, permitir que haya mayor cantidad de contagios y esto, obviamente, implicaría la pérdida de miles de vidas.

Para hacer más confuso el tema, existe el pensamiento erróneo y persistente de que ya llegamos a esta inmunidad o que llegaremos a ella pronto. Todavía no hay una prueba contundente de esto, aunque lo más cercano es el ejemplo del caso de Manaos, en Brasil, donde sucedió uno de los brotes más severos de COVID-19. Según un reporte de The New York Times, se estima que entre el 44% y 66% de la población se contagio, hubo casi 2 mil muertes y muchos siguen hospitalizados. Ese alto porcentaje de contagios indica que es posible que se haya alcanzado la inmunidad, pero esta afirmación sigue bajo revisión.

El término de inmunidad de grupo se ha popularizado porque en países donde la respuesta contra el virus no ha sido eficiente, parece ser una estrategia que no necesita esperar a una vacuna ni mantener a la gente en casa.

La forma catastrófica
Para hacerlo sencillo en términos matemáticos, si se tuviera que elegir un número, se predice que, en promedio, se tendría que infectar alrededor del 60% a 75% de la población, de acuerdo al epidemiólogo Shweta Bansal de la Universidad de Georgetown.

En algunos países podría un porcentaje menor (hasta un 40%) o mayor, ya que depende de los complejos factores de riesgo de una población, sus dinámicas sociales y que no es predecible por el espontáneo comportamiento humano.

Por otro lado, para llegar a este número, se asume que el riesgo de infección sea parejo entre la población. Sabemos que vivimos en un mundo lleno de injusticias y diferencias que solo se han magnificado con la pandemia poniendo en mayor riesgo a la población vulnerable.

Aunque se cree que una infección entre este grupo podría ayudar a bajar el porcentaje necesario de inmunidad, también podría dispararlo, ya que no es una ciencia exacta y cambia con el porcentaje.

Y, en el caso que fuera exitoso, no pararía la pandemia, solo se volverían más lentas las infecciones con menos contagios por cada persona con el virus. También podría implicar que más personas se vuelvan a contagiar, sean asintomáticas o con pocos síntomas, pero que sigan con el potencial de contagiar a otros que sean más vulnerables.

La forma lenta
Aunque ya todos tenemos poca paciencia y queremos que acabe pronto este tema, debemos esperar solo un poco más, un poquito más, como diría la canción, en casa.

La manera de conseguir una verdadera inmunidad en la que se protejan a todos los segmentos de la población y no solo a los más vulnerables, será mediante las pruebas de inmunidad de grupo que se realizarán sí o sí en cuanto tengamos una vacuna. Ahí, este término regresaría a su contexto original y será esencial para desarrollar una estrategia que finalmente termine la pandemia.

Según Bill Hanage a pesar del alto costo que podría tener, es la única forma en la que podremos pasar a un mundo post-pandemia.