La constante adaptación a la nueva normalidad
Por Nicolás Campodónico
La pandemia por el COVID-19 sembró demasiada incertidumbre y miedo, cambiando la vida tal y como la conocíamos antes del 2020. Con la llegada de la pandemia, muchas costumbres quedaron alejadas. Ahora, con lo que se ha denominado “la nueva normalidad” nuestros hábitos han estado cambiando nuevamente, lo que pone a prueba nuestras capacidades para adaptarnos. Vamos a entender esta nueva normalidad como una etapa que igualmente genera incertidumbre y estrés pues representa un periodo de adaptación a las condiciones actuales que cambian la convivencia entre las personas. Entonces podemos resaltar posibles adaptaciones en los ámbitos laborales, educativos y familares.
En cuanto a lo laboral, el columnista del New York Times, Thomas Friedman, explica que los seres humanos que quieren adaptarse en una era de aceleración, deben desarrollar una “estabilidad dinámica”. Es decir, en lugar de tratar de detener una inevitable tormenta de cambio, Friedman alienta a los líderes empresariales a “construir un ojo que se mueva con la tormenta, que extraiga energía de ella, pero que cree una plataforma de estabilidad dinámica dentro de las adversidades”.
En el ámbito educativo, es fundamental, resignificar el proceso de enseñanza-aprendizaje y reflexionar sobre los beneficios y las complicaciones evidenciadas por la educación virtual. Probablemente, algunas prácticas que se están empleando permanezcan, mientras otras queden en desuso o se modifiquen. Las propias percepciones que están teniendo los distintos actores de la comunidad educativa son parte del motor generador de la “nueva escuela”. En relación a la vida familiar, podemos subrayar que el confinamiento y la pandemia de COVID-19 han marcado un antes y un después, muy especialmente, en el uso de las pantallas por parte de los adolescentes. El estudio El impacto de las pantallas en la vida familiar, concluye que los padres tienen que acompañar a sus hijos en la adaptación a la ya conocida como nueva normalidad digital. Ante los retos y riesgos que supone un entorno en el que lo digital adquiere un protagonismo, en ocasiones excesivo, se debería apostar por un papel de los padres, que vaya más allá del control del tiempo de uso de pantallas y se adentre en un empleo más enriquecedor de la tecnología. Esto obviamente marca la relevancia del rol de los padres como partenaires comunicacionales de sus hijos en donde el diálogo activo resulta cada vez más necesario.