La familia: ese incomparable proyecto de vida

Por Osvaldo Reyes Méndez

Como todo entorno social, la familia experimenta inevitablemente retos y logros en función de sus costumbres y tradiciones, pero también de sus valores, experiencias y aprendizajes. Podríamos decir que son algunos de los componentes de su propia cultura. 

Recuerdo, por ejemplo, la rutina diaria de la familia de un amigo. Al terminar la cena, su padre acostumbraba dar un paseo en compañía de alguno de sus hijos, aprovechando que la colonia residencial disponía de una calle que rodeaba un cerro y era poco transitada. En su caminata nocturna, padre e hijo/a recorrían unas 15 manzanas durante 45 minutos para regresar al punto de partida y entrar de nuevo a la casa. Lo interesante era que: 

La caminata servía para conversar e intercambiar sentimientos y emociones derivados de los asuntos, novedades y preocupaciones del día. 

Era una especie de reunión-diálogo personal de carácter rotativo, pues el padre escogía a un hijo/a distinto a la vez. Si existían dudas, interés de ayudar o de conocer el avance de sus proyectos personales, esa caminata era la oportunidad de oro para ambos, de un encuentro productivo y valioso.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO 

Desde hace tres décadas me ha interesado el desarrollo organizacional y, en años recientes, la problemática sobre la familia. Me entusiasma descubrir que existe una “cultura familiar” con comportamientos, estilos de vida y formas de comunicarse y decidir, de la misma manera que en las organizaciones o empresas se habla de “cultura organizacional”. 

Cada familia tiene una cultura propia y se comunica su estilo de vida en las relaciones humanas, en el modo de dialogar, decidir, actuar y enfrentar los retos del día a día, desde los asuntos menores y rutinarios, hasta las grandes cuestiones éticas sociales y morales. 

La vida familiar está influida por tres dimensiones temporales: el pasado, el presente y el futuro —y su cultura es receptiva a esas dimensiones.

¿CÓMO IMPACTA EL PASADO Y EL PRESENTE A LA CULTURA FAMILIAR? 

Retomo la caminata familiar del padre de mi amigo y pienso que es posible que lo que él vivió y aprendió de adolescente, lo replica como padre y abuelo, siempre y cuando dicha rutina le hubiese sido estimulante y provechosa. Las oportunidades para mejorar, resolver problemas y tomar decisiones son grandes, si estas rutinas se manejan con respeto, cordialidad y, sobre todo, son bien intencionadas. 

Ahora bien, si estas prácticas se aprovechan para reforzar el compromiso y la responsabilidad de cada miembro de la familia, es de esperarse un entorno rico en momentos de satisfacción y entusiasmo en el presente familiar y, por supuesto, también en el futuro, pues los integrantes conectarán los momentos presentes con las expectativas creadas en términos de salud emocional, prosperidad y solidaridad. 

En Un hombre de familia (2000), Jack Campbell, un abogado joven, vanidoso y millonario, enfrenta sorpresivamente un vistazo de cómo hubiera sido su vida de haberse casado con la novia que dejó por irse a estudiar a Londres. El resultado de dicha experiencia ficción es el descubrimiento de una visión de matrimonio y familia, a la que decide aspirar y canjear por su actual vida material exitosa, pero a la vez triste y vacía. Este proceso implicó revisar valores, tradiciones y aprendizajes para confrontarlos con sus expectativas, además de apostarle a la esperanza. 

La moraleja de la película bien podría ser: “Existe un mejor futuro si, analizando el pasado, descubro lo equivocado del presente y lucho por el bien de la familia”. Muchos matrimonios actuales se encuentran muy acosados por tentaciones pasajeras que limitan su bienestar por la embestida del materialismo e individualismo. También ocurre porque no lo perciben como un proyecto de vida: tristemente aceptan vivir sin esperanza o con expectativas de muy débil compromiso

CUATRO PREGUNTAS, MUCHAS RESPUESTAS 

Nunca antes, como ahora, hombres y mujeres se enfrentan a una ráfaga feroz y permanente de dificultades para seguir el camino del amor y la solidaridad en sus decisiones de pareja. Cultivar la confianza, la generosidad, el respeto y el diálogo se perciben como tareas gigantescas y muchos matrimonios optan por el desánimo, la intolerancia y la ruptura como remedio. Esto impulsa una cultura familiar poco edificante que afecta la salud física, emocional y espiritual de los hijos. 

Hace falta una visión tridimensional de sus vidas, para que sean capaces de proyectar su futuro con esperanza, pero también revisar el pasado y el presente, con sus valores, tradiciones, aprendizajes y nivel de compromiso y responsabilidad.


La familia es ese incomparable proyecto de vida que tenemos, es la mejor inversión humana y espiritual y es también esa fuerza que nos impulsa a ser, dar y buscar lo mejor.