¿Podemos separar el arte del artista?
Por Nitzarandini Jiménez, ExaUDEM (’23) de la Licenciatura en Letras
La “cultura de cancelación” es un fenómeno complejo y controvertido que ha ganado prominencia en la sociedad contemporánea. Este término se refiere a la práctica de retirar el apoyo a figuras públicas, usualmente artistas o influencers, debido a acciones pasadas o actuales que se consideran moralmente cuestionables o inaceptables. Este fenómeno ha transformado la manera en que percibimos a los
músicos, desafiando la separación tradicional entre el arte y la vida personal de los artistas.
La cultura de cancelación es un producto del creciente poder de las redes sociales y la rápida difusión de la información en la era digital, así como el desdibujamiento de la línea entre la vida privada y la
profesional que estas impulsan. Plataformas como X, Instagram y TikTok han facilitado la capacidad del público para expresar sus opiniones y disgustos hacia los artistas, todo desde la protección y anonimidad que provee la pantalla. A su vez, estas han dado paso a que hasta el más mínimo detalle de la vida de figuras públicas quede a nuestra disposición en cuestión de minutos. La combinación de todos estos factores ha dado lugar a que se creen campañas de boicot y de presión para retirar el apoyo a músicos señalados por comportamientos considerados inaceptables, en muchos casos sin tener la información completa.
En ocasiones, la cultura de cancelación se preocupa más por presionar a las masas en cómo deben dejar de apoyar a los artistas y cancelarlos cuando cometen errores, en lugar de, por esos errores, cómo puede el artista crecer, aprender y utilizar este nuevo crecimiento para crear arte que sea inclusivo. La crítica implacable ignora las limitaciones y debilidades del artista como ser humano y, en cambio, les exige perfección.
Esto no es por decir que no se les debe reprochara figuras públicas sus conductas reprobables. Este fenómeno ha llevado a que artistas acusados de violencia doméstica, acoso sexual, discriminación racial de género enfrenten severas consecuencias, algo que no se podía ni pensar en otras épocas donde dichas conductas rara vez salían a la luz. Por otro lado, cuando se salta a la cancelación sin tener la información completa o por comentarios controversiales fuera de contexto, se desatan discusiones sobre la censura y la libertad de expresión. La cancelación puede tener repercusiones significativas en la carrera y vida de un artista. La pérdida de seguidores, contratos discográficos cancelados o boicots de conciertos impactan profundamente en su profesión.
¿DEBERÍAMOS CENSURAR EL ARTE DEBIDO A LAS ACCIONES DE SUS CREADORES?
Históricamente, la música ha sido un reflejo de la sociedad, y los artistas han utilizado sus plataformas para expresar sus puntos de vista, desafiar normas establecidas y provocar reflexión. Sin embargo, con la cultura de cancelación las líneas entre la libertad de expresión artística y la responsabilidad personal se han vuelto borrosas. Algunos argumentan que la cancelación es una forma de responsabilizar a los artistas por sus acciones y enviar un mensaje claro sobre aquello que la sociedad considera inaceptable.
Otros creen que puede ser excesiva, privando a artistas de la oportunidad de redimirse o aprender de sus errores. Se pone en tela de juicio la validez y relevancia de su arte en función de sus acciones o declaraciones fuera del ámbito musical. ¿Se puede separar el arte del artista? ¿Debemos ignorar o condenar la obra de un músico por sus errores o faltas personales? ¿Dónde trazamos la línea entre condenar comportamientos perjudiciales y permitir la expresión artística?
A medida que los consumidores de música continúan sumergiéndose más y más en la vida personal de los artistas que en la música en sí, la cultura de la cancelación es una fuerza cada vez más prominente. Los músicos, hoy en día, deben estar constantemente al tanto de qué y cómo publican en sus redes sociales. Además, deben aprender a mantenerse alejados de sus personajes en las redes sociales y crear una fuerte barrera para proteger sus vidas personales.
Como ocurre con cualquier medio, los artistas pueden ser considerados responsables de sus palabras acciones, pero la música como forma de arte a menudo se ve como reflejo del artista. Eso significa que una vez que la reputación de un artista se ve empañada, toda su producción puede olvidarse rápidamente. Son muchos los casos de músicos que han sido objeto de críticas, boicots y rechazo por parte del público debido a sus acciones o declaraciones. Algunos ejemplos son R. Kelly, acusado de abuso sexual a menores; Michael Jackson, señalado por pedofilia; Kanye West, criticado por su apoyo a Donald Trump, y Rosalía, cuestionada por su apropiación cultural.
Si bien estos artistas pueden comportarse de manera horrible, el arte que hacen hoy puede servir como ejemplo para que otros produzcan trabajos sobresalientes en el futuro. Algunos se referirán a este proceso como un ciclo, pero si seguimos creciendo y evolucionando, eventualmente se verá el progreso.
Por tanto, el buen arte debe juzgarse por su valor y no por el valor del artista. El buen comportamiento no implica necesariamente un buen arte. Una persona decente no necesariamente crea buen arte, del mismo modo que el arte maravilloso no convierte automáticamente a su creador en una persona decente.
ARMA DE DOS FILOS
En algunos casos, la cultura de la cancelación se convierte en un tema de moda para desviar el ascenso de un artista en la industria musical, lo cual no es justo para ellos. Los oyentes deben informarse sobre los motivos de la “cancelación” antes de hacer juicios y acciones en su contra, en lugar de caer en la mentalidad de masa. Deben analizar todos los aspectos de la situación antes de decidir si cancelar a alguien o no. La cancelación de un artista es subjetiva, pero aun así hay que tener en cuenta algunas cosas antes de pensar en poner fin a la carrera de alguien. Dicho esto, así como la cultura de la cancelación puede conducir a la difamación pública, también puede hacer que una figura pública se lo piense dos veces antes de publicar comentarios controversiales u ofensivos. También lleva a que más celebridades y artistas defiendan buenas causas y trabajen para lograr cambios, utilizando sus redes sociales y plataformas para crear conciencia.
Este fenómeno plantea preguntas importantes sobre el perdón, la evolución personal y el papel del arte en la sociedad. Es importante recordar que si bien la cultura de la cancelación puede ser una herramienta eficaz para denunciar comportamientos problemáticos, también puede utilizarse como un medio para silenciar a las personas, especialmente a los artistas cuyo trabajo depende en gran medida del apoyo de sus fans.
Recordar que si queremos crear un cambio real en la industria y en la sociedad, debemos hacerlo de manera reflexiva y con intención. Debemos ser conscientes de cómo cancelar a alguien puede acabar perjudicando a las personas con las que trabaja —fans y colaboradores—, así como a los propios creadores.
En reflexión de lo anterior, la cultura de cancelación también nos ha dado la oportunidad de percibir los cambios en la conciencia social y los estándares éticos en la sociedad contemporánea. Nos permite reflexionar sobre el privilegio que muchos artistas gozaron al no sufrir las consecuencias de sus acciones en otras épocas, así como hacer una retrospección sobre la vida pública y privada.
Solo porque los artistas están bajo el reflector a todas horas del día, no significa que son los únicos que deben de ser reprochados por sus acciones. Claro, se espera que a las figuras públicas se les critique bajo mayores estándares respecto a su comportamiento debido a que, en cierto sentido, son modelos a seguir para muchos. Sin embargo, es crucial mantener un equilibrio entre responsabilizar a los artistas por sus acciones y permitir la evolución personal, así como también reconocer la complejidad inherente a la naturaleza humana. A su vez, es importante ser críticos al momento de consumir o boicotear, defender o cancelar.
Es importante, ser fieles a nuestro juicio moral y no sucumbir al poder de las masas. Al final, la cultura de cancelación es un fenómeno en evolución que continúa desafiando nuestras percepciones sobre la música, el arte, la ética y la responsabilidad personal y social.