¿Cómo afecta la IA en la industria musical?

La tecnología ha estado siempre presente en la expresión musical del ser humano. Su raíz etimológica amplía nuestra perspectiva de la misma. El término proviene del antiguo griego techné, que hace referencia al arte o proceso para producir objetos en favor del hombre mediante la aplicación de conocimientos científicos. En este sentido, la tecnología es tan antigua como el hombre: en la medida en que este fue adquiriendo mayor conocimiento, mejores fueron los diseños de los instrumentos y la teoría musical.  La invención del papel, la tinta y el tratamiento de la madera y otros materiales permitieron en su momento perfeccionar la ejecución y la composición musical.

No solo hablamos de artefactos cuando nos referimos a la tecnología, los recintos acústicos son también parte de ella por fundamentarse en la ciencia y en ideas de carácter universal. David Byrne, destacado músico, escritor y artista británico, en su libro ¿Cómo funciona la música? sostiene la idea de que la tecnología da forma a la música, y que los espacios geográficos, la arquitectura, la cultura, los recursos y la habilidad creativa del hombre dan su esencia al género musical; en especial los contextos históricos y los movimientos sociales.

El jazz, por ejemplo, nace como una forma de protesta de la comunidad afroamericana a raíz de la segregación racial en Estados Unidos; o incluso su ancestro, la música africana, tiene una alta presencia rítmica y percutiva por herencia cultural de pueblos que daban un significado ceremonial y sagrado al ritmo y al pulso, por su sonido imponente y energético que generaba una conexión cultual entre el hombre y la naturaleza. A esto se le agregan los cantos gregorianos de la Edad Media que tomaron ventaja de la reverberación y la altura de las catedrales y basílicas para generar una sensación de profundidad, solemnidad y gracia divina. En todo ello, la tecnología ha jugado un papel fundamental y nos lleva a poder decir, en otras palabras, que la música y sus diversas manifestaciones dependen en gran medida de la realidad histórica.

Crédito: Foto por Eric Krull en Unsplash.

Uno de los artefactos tecnológicos que revolucionó por completo la manera en la que percibimos la música fue el fonógrafo de Thomas Alba Edison en 1878. Inicialmente, se inventó para captar discursos y dictados, pero no tardó el momento en el que se planteó la posibilidad de grabar instrumentos musicales y cantantes. A partir de ahí, podríamos hablar de una industria musical como tal, pues la música dejó de ser algo que “se hacía” para secularizarse y ser, en términos capitalistas, algo que se produce y se consume; pues previo al fonógrafo solo se contaba con un momento preciso para apreciar una pieza musical y ello exigía por naturaleza prestar mayor atención, como lo que sucede en el teatro. 

Ahora, con una grabadora y reproductora de sonido, las posibilidades crecieron de manera exponencial tanto para la creatividad, como para la ambición humana. La cinta magnética en los 30s, los vinilos LP entre los 50s y los 70s y los famosos cassettes que se popularizaron en los 80s fueron producto de estas posibilidades que se fueron trabajando y que hicieron de la música una expresión artística atemporal. 

Crédito: Foto por Yucel Moran en Unsplash.

Tras el crecimiento vertiginoso de la electrónica y la tecnología, se creó el campo de la nanotecnología y con ella vino otra revolución: la era digital. Las computadoras, los CDs, las memorias USB, la dichosa “nube”, el internet y los smartphones nos han permitido almacenar grandes cantidades de canciones y reproducirlas cuando queramos y donde queramos. 

Para darnos una idea, la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI en inglés) ha publicado en su reporte global de 2023 que en 1999 el ingreso global de grabaciones fue de 22.2 billones de dólares y todo residía en el formato físico; en el 2004, comenzó a brotar la etapa de descargas digitales y para el 2012 se alcanzó un ingreso máximo global de 4.2 billones de dólares, mientras que el formato físico bajó a 6.8 billones de dólares. Entre el 2005 y 2006 comienza el formato streaming a ver la luz y para el 2023 la industria musical tuvo un ingreso global en dicho formato de 19.3 billones de dólares, 0.9 billones en descargas y 5.1 billones en formato físico. En suma, la digitalización y el streaming han imperado de manera impresionante en la industria; no obstante, del 2021 para acá ha crecido sutilmente la tendencia de volver al formato físico en vinilos de tipo LP (Long Play), sea por nostalgia, resistencia a lo mainstream o por otro factor.

Crédito: Foto por Alfred Kenneally en Unsplash.

Finalmente, el campo actual que se ha popularizado y está intentando revolucionar la industria musical es la Inteligencia Artificial o IA, y como cualquier tendencia, ha traído sus respectivas polémicas. ¿Es válido utilizarla en la producción musical? ¿Es ético siquiera? Para respondernos hay que fijar bien nuestro valor: ¿Qué es lo que verdaderamente valoramos en una composición musical? Si decimos que es la creatividad, el esfuerzo intelectual, el tiempo y el sentido propios del hombre para con su obra artística, entonces quienes crean la inteligencia artificial con fines musicales van por buen camino, pero si aparece un segundo usuario-consumidor y la usa no como una herramienta sino como una ahorradora de tiempo y esfuerzo en la producción musical desplazaría directamente hacia la máquina todo eso que valoramos del autor o artista.

De esta manera, así aplicada la IA no pintaría como ética, sin mencionar que en el proceso tropezaríamos con problemas relacionados al derecho de autor y al plagio; pues, si la IA toma de su base de datos productos hechos previamente por seres humanos que los han depositado en la web para generar un nuevo contenido, ¿qué garantía tendríamos de que el resultado fuese 100% auténtico u original y no un conjunto de fragmentos en collage de otras personas? La clave está en ubicarnos frente a la IA y ubicarla siempre como una herramienta de apoyo para algo mayor que ultimadamente dependerá de nosotros y de nuestra creatividad e intelecto.

Crédito: Foto por Sgcdesignco en Unsplash.

En definitiva, la historia de la técnica humana nos ha demostrado que existe un vínculo indisoluble entre la tecnología y la música. Hoy en día estamos frente a una gama de posibilidades en el porvenir de la industria musical y al popularizarse la IA se ha tenido que matizar su injerencia en el proceso creativo del artista para poder determinar con mayor profundidad en qué casos una obra de arte puede presentarse como tal y en qué otros no, así como también para identificar a quién realmente pertenece la autoría de una obra. En lo personal, considero importante plantearnos hacia dónde las grandes empresas están inclinando a la sociedad con la inteligencia artificial; en la agilización de diseños, recomendaciones en plataformas de streaming, procesos logísticos, administrativos y burocráticos mediante el algoritmo es una bendición; pero en el campo de las humanidades se presenta una espada de doble filo: usar a la máquina como caballos que impulsan la carroza estando nosotros detrás de las riendas, o bien, echar a andar la carroza sola y quedarnos a medio camino; pues esto último abre la posibilidad de atrofiar lo más sagrado que hay en nuestra naturaleza humana: el lenguaje, la creatividad, la música, el pensamiento crítico y el sentido.

Referencias
Apolo Valdivia, Pedro Rolando. 2022. «El futuro de la industria musical en la era de la inteligencia artificial». En: Alsina, Pau (coord.). «Posibles». Artnodes, no. 30. UOC. [Fecha de consulta: 28/04/24].https://doi.org/10.7238/artnodes.v0i30.399485

IFPI. 2024. Global Music Report 2024. Sitio web: https://ifpi-website-cms.s3.eu-west-2.amazonaws.com/IFPI_GMR_2024_State_of_the_Industry_db92a1c9c1.pdf
Byrne, David. 2012. “¿Cómo funciona la música?”, cap. 3: La tecnología da forma a la música. Editorial Sexto Piso. Ciudad de México, México.