Una década, 10 películas
Un recuento de lo más interesante en el cine de la última década. Si algo podrían tener en común estas películas, sería la crítica social sin importar el género al que pertenecen.
A Separation (Asghar Farhadi, 2011)
La vida de un matrimonio se desmorona hasta reducirse a cenizas. La trama se desarrolla en Irán, pero el tema es mundial. Farhadi dirige con ritmo teatral, sin trucos, sólo apoyado en un guion de su autoría y en las actuaciones de sus protagonistas. El fin de cualquier historia de amor tiene el idioma universal del dolor. Aquí y en China.
Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012)
Y ya que estamos en eso de la universalidad: qué tal que un cantautor de medio pelo de Detroit (talentosísimo, eso sí) se hizo famoso en Sudáfrica durante la lucha contra el Apartheid. Alguien lo encuentra, en la ruina, casi ciego y resurge, porque lo que perdimos en el fuego, lo recuperaremos en las cenizas. Ah, por cierto, se trata de un documental. Y su protagonista, Sixto Rodríguez, sigue dando conciertos.
Rust and Bone (Jacques Audiard, 2012)
Una ex entrenadora de ballenas y un boxeador de peleas clandestinas unidos por la desgracia. Sí, es una historia de amor, en la que Marion Cotillard demuestra que su interpretación de Edith Piaf no fue una casualidad (ejem, su paisano Jean Dujardin) y que es una de las mejores actrices del mundo. Y Audiard, uno de los cineastas más interesantes de la actualidad.
The Master (Paul Thomas Anderson, 2012)
PTA —para los cuates— dirigió la historia de un don nadie (Joaquin Phoenix, dándolo todo, sin gota de maquillaje) que es acogido por el líder del culto llamado La Causa (añorado Philip Seymour Hoffman). Una especie de biografía no autorizada de la Cienciología sobre hasta dónde podemos llegar cuando no tenemos nada y ese vacío sólo puede ser llenado por falsos profetas.
The Wolf of Wall Street (Martin Scorsese, 2013)
Ya septuagenario, Scorsese dirigió con ritmo de chamaco la biografía de Jordan Belfort, un estafador de cuello blanco de los que hicieron famoso a Wall Street durante los años ochenta. Mirreyes aparte que entendieron mal el mensaje, no se trata de hacer dinero a costa de lo que sea, la película es una crítica al capitalismo salvaje.
The Grand Budapest Hotel (Wes Anderson, 2014)
Esta vez, el grupo de gitanos de la carpa llamada Wes Anderson (Bill Murray, Willem Dafoe, Edward Norton) es encabezada por un cínico, fino, exquisito Ralph Fiennes, como M. Gustave. Un espectáculo bellísimamente filmado y montado: lo más Wes Anderson de Wes Anderson. Y no es queja.
Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015)
No es Mad Max (omnipresente Tom Hardy) sino Furiosa (Charlize Theron, superestrella) la protagonista de la última —gran— obra artesanal del cine de acción. No importa cuánto tengas para gastar en CGI, siempre valdrá más la creatividad y el oficio de un viejo lobo de mar como Miller. Que nos dure muchos años más.
Hell or High Water (David Mackenzie, 2016)
Dos hermanos roban varios bancos del Texas profundo para poder salvar la granja familiar. Un equipo de Texas Rangers, encabezado por Jeff “The Dude” Bridges —en plan robaescenas—, le pisan los talones. Un western moderno (con música de Nick Cave) en el que prevalece la ambigüedad: ¿quiénes son los malos: los ladrones o los bancos usureros?
Cold War (Paweł Pawlikowski, 2018)
No hay balada más triste que la de Zula y Wiktor, protagonistas de esta historia inspirada en el romance de los padres de Pawlikowski. Si no fuera por la cinefotografía de Lukasz Zal y la música de Marcin Masecki, serían 84 minutos de puro sufrimiento. Porque sólo hay una única forma en la que ellos podrán estar juntos para siempre.
Parasite (Bong Joon-ho, 2019)
Su director, Bong Joon-ho, trató de explicar en una entrevista por qué una obra (Palma de Oro en el Festival de Cannes 2019) tan endémica de Corea del Sur, con una trama inclasificable, había sido tan exitosa mundialmente. Palabras, palabras menos, dijo: “Tal vez porque todos habitamos el mismo país, llamado capitalismo”. ¡Vaya forma de vender tu película!