Alemania: volvieron los días difíciles
Esta es la crónica de Perla G., quien vive Ludwigshafen am Rhein, Alemania, sobre los efectos de la pandemia del covid-19 en la nación europea “mejor preparada”.
Alemania, sábado, 14 de marzo. La canciller Angela Merkel declara cuarentena oficial mediante un comunicado. Unos días antes, hubo invitaciones a no salir y evitar espacios públicos pero, ante la llegada del buen clima a Alemania después del largo invierno, mucha gente hizo caso omiso, y salió como si fueran días normales. Algunos descarados incluso organizaron “Corona Party”.
No estamos viviendo una prohibición total de salida, sino limitaciones para convivencia social. En la calle no puede haber grupos de más de dos personas, salvo que vivan en la misma casa. La distancia mínima entre personas es de 1.5 metros, y todo tipo de actos masivos como exposiciones, fiestas, actos religiosos, fueron cancelados. Los restaurantes están cerrados para servicio dentro del local, así que los que tienen capacidad de preparar para llevar o para recoger siguen operando a puerta cerrada; de no cumplir con las disposiciones, hay multas, y son bastante elevadas.
En referencia a abastecimiento de alimentos y bebidas, los supermercados, farmacias y mercados sobre ruedas siguen abiertos con ciertas medidas. Es obligatorio siempre utilizar un carrito de compras previamente desinfectado por el personal del establecimiento y solo se permite cierto número de personas al mismo tiempo dentro del lugar. Todavía funciona el transporte público, pero las corridas se redujeron drásticamente.
Mi esposo y yo vamos una vez a la semana al supermercado, que es pequeño (no como a los que estamos acostumbrados en México). En cada colonia hay 2 o 3 de ellos. Una vez a la semana compramos en el mercado sobre ruedas verdura y carne que congelamos para la semana.
Mi esposo hace home office desde hace tres semanas y, como las guarderías están cerradas, me dedico a cuidar a mi hijo de un año. De lunes a viernes salimos a dar un paseo al parque o al lago que nos queda cerca, hacemos caminatas de una o dos horas, ya que estos lugares están muy poco concurridos. Solo tenemos contacto directo con mis suegros que a su vez no tienen contacto con nadie desde hace tres semanas. En la calle, cuando nos encontramos a algún vecino o amigo, platicamos muy brevemente de lejos. Las calles no están totalmente vacías, pero sí hay mucho menos personas y se aprecia que todos intentan mantener su distancia.
Ahora, todos están a la expectativa del 20 de abril que es la fecha en la que teóricamente tienen como límite estas restricciones. Esperemos, entonces.