Adictos a F·R·I·E·N·D·S
Muchos dicen que es imposible dejarlos. Los más jóvenes los ponen de fondo, como si fuera música, mientras trabajan o estudian, para no sentirse solos. Y algunos más ganan dinero por concursos sobre el programa en bares. Friends es uno de los shows más exitosos de la televisión (posiblemente el más exitoso, si no fuera por Los Simpson, reyes con delantera). Es uno que se repite y se repite desde 2004, que debutó hace 25 años y que no podemos quitarle los ojos de encima. ¿Por qué es tan profusamente adictivo?
Las aventuras de Rachel, Ross, Monica, Chandler, Joey y Phoebe presumen unos numerotes: de 1994 a 2004, sus 10 temporadas (236 episodios) tuvieron un promedio de 28 millones de televidentes por semana; un espacio publicitario de 30 segundos se vendía en 450 mil dólares; su episodio final fue visto por 52 millones de personas en Estados Unidos (¿el comercial? De a dos millones de dólares); los actores llegaron a ser los mejores pagados de la televisión.
Ya pasaron 16 años desde ese lacrimógeno finale y la máquina de billetes no se detiene: cada año reporta mil millones de dólares en sindicados (la venta de derechos de transmisión) para Warner Bros.; 16 millones de personas los siguen viendo en 175 países, en 40 idiomas; los seis actores principales se embolsan (¡todavía!) 20 millones de dólares al año por esas transmisiones; y es, junto con Grey’s Anatomy y The Office, el contenido más visto en Netflix —en 2018, los usuarios vieron más de 54 millones de horas de Friends… lo mismo que 62 años—. Este show definitivamente es The One with the Very Huge Success.
Todos queremos vivir en Nueva York
Tenerlos en tu menú de oferta significa éxito. Netflix no se la pensó mucho y pagó 100 millones de dólares en 2019 por los derechos de streaming por un año más, luego de que casi 10 mil personas firmaran una petición en change.org para que mantuvieran la serie en su plataforma. La solicitud pública argumentaba que la serie ha ayudado a personas a sobrevivir y que, muy probablemente, Netflix sea su única fuente para verla. Mentira no es, porque al momento de escribir esto llevan recolectadas casi 100 mil firmas de fans ávidos por ver y volver a ver —y volver a ver— a Joey con un pavo en su cabeza o a Phoebe imitar a Estelle por teléfono.
Los televidentes en todo el mundo y esta serie viven en una luna de miel desde el primer día. Al momento de su debut en septiembre de 1994, el show llegó como trancazo de taquilla. La pegajosa canción de su cortinilla estaba en todos lados; los sillones en los cafés se pusieron de moda antes de que Starbucks llegara a todas las cuadras que conocemos; el corte de pelo à la Rachel era el favorito de las estéticas… ¡Estábamos perdidamente enamorados de su lifestyle! Todos queríamos vivir en Nueva York, tomar latte macchiato, platicar de nuestros problemas, anhelos y quehaceres, un día sí, otro también.
El pitch original describía al show como una comedia sobre tres mujeres y tres hombres veinteañeros que pasan sus ratos en un café. Así, como tal, este concepto no denotó mucho interés (y es uno que ya conocíamos por la noventera Seinfeld o la ochentera Cheers). Sin embargo, los tres productores fueron muy meticulosos, se enfocaron al cien en el storytelling, contrataron a guionistas dedicados 24/7 a sacar los episodios y lograron que todos los actores principales se involucraran de lleno en sus personajes… y así, Friends logró enganchar con miles de personas que querían reflejarse en media docena de neoyorquinos que tienen responsabilidades adultas (hijos, trabajos, una renta que pagar), pero desayunan juntos por la mañana y se echan su after-hour-coffee por la tarde, todos los días, en el mismo lugar.
Los episodios no son gobernados por una problemática complicada, ni los persiguen monstruos burocráticos, socioeconómicos, familiares o personales. En las pocas ocasiones que esto ocurre en un episodio, la canción de la serie sirve como guía, por puntual y correcta: ellos están el uno para el otro. Si ves en la tele este modus vivendi cuando tienes 15 o 18, donde tus amigos son todo tu mundo, es una fantasía muy atractiva para cualquiera, por supuesto.
El cocktail perfecto
Friends es una Situation Comedy (sitcom, más fácil): una serie cómica que muestra las aventuras y los andares de un grupo de personajes, en una sucesión de episodios y en escenarios comunes (una casa o departamento, la oficina, un bar). Suelen durar un poco más de 20 minutos (30 con todo y cortes comerciales) y son grabados frente a una audiencia —en ocasiones, utilizan risas enlatadas— para meterle dinamismo al flujo del programa. Empezaron en Estados Unidos en la década de los cuarenta, y en los ochenta tomaron mucho vuelo, cuando la cadena pública estadounidense NBC cambió la jugada al presentar shows entrañables con garantía de calidad (Alf, The Golden Girls) que se convirtieron inmediatamente en Must-TV.
Décadas después, y con lo servicios de streaming a tope, las sitcoms son parte fundamental de la nueva era dorada de la televisión. Son contenidos fáciles de digerir: la familiaridad de las situaciones, los personajes con elementos comunes y el flujo cómico del programa son partículas indispensables en cualquier sitcom estadounidense decente. El “sit” de situación no podía competir por sí solo sin el “com” de comedia y viceversa. Juntos son un gran combo.
Friends es simplicidad, y es increíblemente fácil de ver. A diferencia de, por ejemplo, Los Simpson o Seinfeld, donde la trama y la estructura de la serie gira alrededor de la comedia que nace de situaciones (los vecinos de Shelbyville se roban el limonero de Springfield; George Costanza inventa un escritorio donde puede tomar siestas mientras está en la oficina), en Friends todo trata sobre, vaya, los friends. Los Simpson y Seinfeld son apreciaciones y comedia a partir de situaciones; Friends es solución de adversidades. La mayoría de los capítulos presentan un problema que involucra a uno, dos o más de los amigos (Ross les pide a Rachel y a Chandler que le ayuden a subir un sillón a su departamento) + la evolución cómica del problema-solución (“Pivot!”) + un desenlace cómico algunos minutos después (“I’d like to return this couch”).
Es una serie muy femenina, en la que su personaje principal (Rachel) es una mujer que se presenta como una niña rica mimada (¡en vestido de novia!) y termina siendo una exitosísima ejecutiva en la industria de la moda (el sueño de miles). Esto es un triunfo simbólico que encaja con las acérrimas fans, quienes consideran a How I Met Your Mother (la sucesora natural y una copia cuasi idéntica de Friends) una serie machista y, por momentos, misógina.
Además, es un producto televisivo enérgicamente aspiracional y conecta profundamente con las nuevas generaciones, como muchos centennials que nacieron varios años después de ser lanzada. Claire Morey, de 14 años, le dijo al New York Times que “la idea de vivir en una gran ciudad, rodeada por mis amigos y amigas es mi ideal de una gran vida después de la universidad”.
Para Saul Austerlitz, autor del libro Still Friends (2019), la serie se enchufa con estas nuevas generaciones por ser un cocktail perfecto de realidad y fantasía. “Los adolescentes pueden mirar Friends para averiguar qué les depara la edad adulta: trabajo, primeras relaciones, primer desamor y luego matrimonio e hijos. Pueden obtener pistas sobre su posible futuro”. Sus años 20 perfectos, con experiencias fuera de lo común y un sinfín de acontecimientos divertidos y emocionantes.
Unas pastillas de Central Perk contra la ansiedad
Marc Hekster, psicólogo clínico de The Summit Clinic en Londres, descubrió que este show calma tu cerebro. “Después de haber trabajado durante 20 años con personas que experimentan ansiedad, puedo concluir que, entre otros factores, la naturaleza repetitiva y relacional de programas como Friends ayudan a relajar los síntomas de estas enfermedades”, comentó Hekster al diario británico Metro.
La ansiedad y la angustia son como una olla de presión y necesitan de una salida. Cuando estamos ansiosos, podemos experimentar sentimientos infantiles de miedo y preocupación. Si no encuentran un escape, el sistema de alarma neurológico se dispara y se intensifican los sentimientos y, como es común en este tipo de enfermedades, las personas tienen mucho que decir al respecto, pero sucumben al mutismo y no enfrentan a sus demonios.
¿Cuál es el mejor vehículo para salir de esta incomodísima situación? Binge-watch, por enésima vez, la vida de seis amigos en Nueva York. “Friends es una experiencia de reparación: vemos a los personajes del programa repetidamente en problemas y preocupados, pero al final de cada capítulo, se reparan y se alivian. Los problemas se convierten en el foco de cada episodio, y luego se resuelven entre los protagonistas, que son la esencia del show. Es puro escapismo. ¡Excelente, dámelo a raudales!”, enfatizó Hekster en la entrevista.
Tener una serie así es poderosísimo. Hay pequeños atisbos que le demostraban a los actores en qué tipo de programa participaban y el impacto que tenían en sus fans. Jessica Hecht, quien interpreta a Carol en la serie (la esposa de Susan), dijo una vez en entrevista para The Telegraph que una tarde discutía sobre la trivialidad del programa con su cuñado, un doctor en sala de emergencias de un hospital. Este le dijo que sus pacientes ven capítulos antes de una cirugía para relajarse. Así, Hecht se dio cuenta cómo “el show es un respiro de nuestras propias vidas” y del poder que tiene en nosotros.
El respiro sigue, pero la emoción de tenerla en Netflix no duró mucho: en mayo pasado, la serie migró en Estados Unidos a la nueva plataforma de WarnerMedia, HBO Max (no tarda en pasar lo mismo en México y América Latina). Para el plan de estreno, habían logrado lo que parecía imposible, al grado que lo anunciaron con tarolazo, platillo, gritos, emoción y lágrimas: un capítulo de reunión de Friends, que celebraba los 25 años del primer capítulo, con Rachel, Ross, Joey, Monica, Chandler y Phoebe confirmados. Lástima que llegó el Coronavirus, estropeó los planes y atrasó el estreno del capítulo. No importa: ya estamos listos con nuestros amigos, café en mano, en un sillón… y en un departamento con paredes moradas.