Amor y odio: la situación del agua en Monterrey
Por: Santos Sáenz Delgado, profesor del programa de Ingeniería Civil y Ambiental en la UDEM
La historia da fe que la ciudad de Monterrey siempre ha tenido una relación difícil con el agua. Desde su fundación, durante la cual se encontraron los ojos de agua de Santa Lucía (hoy zona centro de la ciudad) en 1596, hemos tenido una historia marcada por sequías e inundaciones. Citando una gran recopilación de la historia del Estado hecha por el cronista Leopoldo Espinosa Benavides, en 1612 hubo una fuerte inundación que prácticamente borró la ciudad, otra en 1636 que la volvió a destruir y en los 1700 se produjeron cuatro inundaciones más. Entre 1750 y 1775 hubo un movimiento de tierra que provocó que el río Santa Catarina ya no fluyera por la superficie, sino de manera subterránea, lo cual generó escasez de agua y llevó a la primera obra de infraestructura hidráulica para abastecer de agua a la población. Se construyó un estanque que captaba agua de la zona del obispado y la conducía a un acueducto con cajas de agua donde la población se abastecía.
Ese fue el primer razonamiento para el consumo de agua de la población: se limitaba a cuántas cubetas se podía llevar cada familia. Para 1782, se tuvo la primera sequía en la ciudad que derivó en lo que se conoció como “el año del hambre” en 1786, causando muerte en la ciudad por las enfermedades gastrointestinales originadas por consumir agua de charcos. Sería hasta 1787 que llovería de nuevo. En 1810 y 1881 hubo ciclones e inundaciones que destruyeron la infraestructura y obligaron de nuevo a racionar el agua. En 1906 se concesionó el suministro del líquido vital de la ciudad a una empresa canadiense y se creó la The Monterrey Water Works and Sewers Company, Ltd. (hoy Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey). Ahí se comenzó con los primeros sistemas de tubería que entregaban agua directamente a las casas (de la gente con poder adquisitivo). En 1967, el huracán Beulah (le decimos el Viula) causó daños materiales considerables y, para 1980, el 90 % de la población contaba con servicios, pero únicamente por dos o tres horas al día. Fue hasta 1988 que se dio por primera vez un abastecimiento de agua de 24 horas continuas, gracias al huracán Gilberto, que llenó las presas de El Cuchillo y Cerro Prieto (las presas se llenan con huracanes). Durante la década de 1990, la ciudad vivió otras sequías que hicieron que el servicio de agua de 24 horas se interrumpiera; desde el año 2000 y hasta el 2022 se cuenta con un abastecimiento ininterrumpido. Estos son solo algunos de los muchos eventos que han marcado la relación de Monterrey con el agua.
16 MIL LITROS POR SEGUNDO, ¡Y QUEREMOS MÁS!
Como se puede observar a partir de esta cronología, la relación entre la ciudad y el agua ha sido una de amor y odio. Las sequías no son nuevas ni extrañas para Monterrey, pero su severidad va de la mano con el desarrollo urbano. La sequía que vivió en la primera mitad del 2022 es una sequía relativa, un término que hace referencia al ser humano. Durante ella, los cerros del área metropolitana estuvieron muy verdes (nótese la importancia de la vegetación endémica), por lo que el medio ambiente no sufría. La excesiva demanda de agua que tiene la ciudad hace que esta sequía relativa se vuelva de consideración al no ser suficiente la lluvia y el almacenamiento de agua subterránea para abastecer a la población. Este abastecimiento ininterrumpido con el que contaba el área metropolitana garantizaba que siempre se tuviera agua potable disponible para la población en la cantidad que esta demandara. Pero esto nos lleva a la pregunta de si contábamos con un buen abastecimiento. Podemos pensar que disponer de agua las 24 horas, los 365 días del año, significa que tenemos un excelente sistema, pero no es así
El problema que vivimos hoy no es que los organismos operadores (SADM y CONAGUA) no sean capaces de darnos 16 mil litros por segundo; el problema es que los demandamos. Esta reflexión surgió por comentarios de alumnos que viven en otras ciudades del país en las cuales no se cuenta con suministro de 24 horas de agua. Es la regla, no la excepción en México. Es el caso, por ejemplo, de una alumna de Acapulco, quien mencionó que a ellos les llega el agua una vez por semana, y cuando les llega se llenan sus cisternas y tinacos. Justo un sistema como el de Acapulco, que de primera impresión pudiéramos clasificar como deficiente, en realidad provee un buen y suficiente abastecimiento de agua a la población. Al igual que un presupuesto, las personas saben que cuentan con una cantidad limitada de agua y que tienen que conseguir que sea la suficiente para cubrir sus necesidades hasta que vuelvan a abastecerlas de agua. Esto lleva a que los habitantes desarrollen buenos hábitos de consumo de agua (curiosamente sin necesidad de campañas de concientización/cultura).
La situación del agua en Monterrey se puede abordar desde distintas ópticas: ingenieril, social, económica, etc. Desde la perspectiva ingenieril, podemos abordar el aspecto de la cantidad de agua que se abastece a la población, y eso deriva en el desarrollo de soluciones tecnológicas como la construcción del Acueducto Cuchillo-Monterrey II, o el control de fugas en las líneas con sistemas de modulación de presiones (desarrollado en UDEM en conjunto con otra universidad). Ayudarán a tener disponible más agua para la población y poder suministrar más de 22 mil litros por segundo. Pinta para ser una solución temporal: si nos dan los 22 mil, nos los vamos a acabar.
Desde el punto de vista social, se pueden desarrollar campañas de información y concientización del consumo de agua, las cuales han estado con nosotros de manera intermitente, solo cuando la problemática ya ocurrió, y no de manera preventiva. Ahora bien, la problemática se puede abordar mejor desde un punto de vista económico. En esta disciplina existe un fenómeno llamado “bolsillos profundos” y comúnmente sucede en dependencias o empresas de gobierno, en las cuales es posible tolerar ineficiencias (incluso pérdidas) debido a que se cuenta con el respaldo de los ingresos de gobierno que suelen sentirse como infinitos.
Estrategias económicas como las tarifas escalonadas que están enfocadas en penalizar altos consumos, y/o las cuotas donde se establecen límites al consumo pueden ayudar a reducir la problemática sobre consumo de agua. Por ejemplo, en el estado de Nuevo León se estableció un límite de 70 mil litros al mes por medidor/casa (me parece altísimo, debió ser la mitad de eso) antes de que se restrinja el suministro. El enfoque económico abre la puerta a opciones de mecanismos mediante los cuales pudiéramos hacer un manejo más eficiente del agua. Por ejemplo, los sistemas cap-and-trade, usados con los bonos de carbono y los certificados de reducción de emisiones (CER’s), funcionan estableciendo un límite (cap) al cual los actores se tienen que apegar. Habrá algunos que podrán reducir sus emisiones (o consumo de agua) de manera más sencilla que otros, que crea excedentes, y un mercado (trade) donde quien tiene un sobrante porque redujo su consumo, le vende ese derecho/excedente a quien no puede reducir su consumo de manera sencilla.
Aplicado al agua, se podría utilizar un sistema similar en el cual, quien tenga una concesión de consumo de agua y no alcance su límite, pueda comercializar con ese excedente, haciendo que su contraparte tenga que elegir la opción más económica entre reducir su consumo o comprarle el excedente a quien sí lo redujo. Idealmente, la sumatoria de todos los límites/concesiones debería ser igual al volumen sostenible de agua que ingresa a las cuencas.
POR AMOR AL AGUA… Y A MONTERREY
Los enfoques económicos suelen funcionar adecuadamente para regular el consumo de bienes, pero a veces tienen una desventaja: causan descontento social. ¿Quiénes de nosotros estaríamos dispuestos a recibir menos agua por contar con un límite que nos obligue a cambiar nuestros hábitos? Queda en nosotros una solución (o conjunto de soluciones) que sea práctica y sobre todo sostenible en el sentido de que perdure más allá de la crisis. Podemos invertir en tecnología que nos garantice un mayor suministro de agua, pero tomará al menos un año y potencialmente llevará a incrementar el desperdicio de agua. Al final del día, como muchas problemáticas, la solución está en la voluntad de todos nosotros: ¿qué tanto estamos dispuestos a hacer por amor al agua?