¿”Dad Body”? Mejor dicho: cerebro de papá

Seguro has escuchado del cuerpo de papá pero, ¿qué tal del cerebro de papá?

Hay múltiples estudios sobre las transformaciones físicas que padecen las mujeres cuando se convierten en madres pero hace poco se empezó a estudiar los cambios biológicos que también suceden a los padres.

El neurobiólogo y antropólogo James Rilling, de la Universidad de Emory en EUA, se ha dedicado a esto. Descubrió que los hombres, al convertirse en padres, aumentan sus niveles de oxitocina y bajan los de testosterona. Sus cerebros se agudizan a los estímulos relacionados a su nuevo rol, es decir, cambian sus patrones de sueño, ejercicio, trabajo y relajación. Y por esto aumentan de peso explicando –finalmente– con ciencia el cliché de los cuerpos de papá.

Aunque no son comparables con las madres ya que ellas sufren cambios más dramáticos, también tienen cambios hormonales.

En un experimento que Rilling realizó con su equipo en el 2014, comparó a 88 hombres heterosexuales, casados y con hijos contra 50 hombres sin hijos. Los padres tenían un nivel elevado de oxitocina, conocida como “la hormona del amor” además de estar relacionada al vínculo emocional y maternal.

A la vez de tenían menos testosterona, asociada con la agresión, por lo que tendían a ser menos hostiles y más sensibles hacia sus hijos. Con esto, desmitificaron que la oxitocina es exclusivamente maternal y comprobaron que también es un mecanismo biológico paternal. También descubrieron que los cerebros de los papás mostraron mayor actividad en áreas relacionada a las emociones faciales, la motivación y gratificación al ver fotos de niños pequeños.

Con esto, juntaron suficiente evidencia para concluir que estos cambios ayudan a los padres a mostrar mayor empatía con los recién nacidos, especialmente en la etapa de llanto que puede a veces ser inconsolable. Esta sensibilidad recién adquirida por los padres les ayuda a lidiar con la frustración de esa etapa de llanto y hace que eviten actuar en sus impulsos por los bajos niveles de testosterona.

Sin embargo, Rilling explica que estos cambios no son permanentes sino un mecanismo biológico que se activa para ser cuidadores y padres, cómo se activa un mecanismo de defensa ante el miedo y cómo baja después de la amenaza. El cambio en la testosterona es muy pronunciado en el primer año de vida del bebé pero sube y baja después de eso hasta regresar a su nivel regular.

En la segunda parte del experimento, Rilling entrevistó a 120 padres en Atlanta, EUA, y comprobó que, a pesar de dormir menos, estar estresados, subir de peso, tener problemas financieros o conflictos familiares por esta nueva etapa de vida, casi sin excepción, los hombres confirman tener un sentido de recompensa y satisfacción que hace que valga la pena.