Larga vida a la TV por internet

Por Brenda Muñoz, colaboradora UDEM en Dirección de Comunicación y Mercadotecnia

A propósito del feliz suceso de que las películas de Barbie ya figuran en el catálogo de Netflix (sí, soy la clase de persona a quien esto le da felicidad), ¿te has topado con ese meme que dice “Es sábado por la mañana. Acabas de servirte un plato enorme de cereal y estás en pijama viendo Barbie en La princesa y la plebeya…”? Y tu mente viaja a ese momento exacto de tu niñez en el que en tu mundo solo existían las tareas de la escuela, los juegos con los amigos y la mejor parte del día era sentarse a ver la nueva película de Barbie.

vagueonthehow, CC BY 2.0 https://creativecommons.org/licenses/by/2.0, via Wikimedia Commons

Ejem… o bueno, tal vez tus nostálgicos recuerdos de la infancia no te remontan necesariamente a La princesa y la plebeya. Ni tampoco necesariamente a un sábado por la mañana. A lo mejor es miércoles por la tarde y estás viendo Danny Phantom o Dragon Ball Z, o es viernes por la noche y te emociona ver el final de temporada de Smallville, en el que esperas con ansias y un poco de incredulidad a que Tom Welling remonte el vuelo y se convierta por fin en Superman.

Y todos estos recuerdos dorados caen en el común denominador de la televisión. Lo que representaba sentarse frente al aparato a la hora de siempre para ver tu programa favorito, el dolor de perderte un solo episodio que no se volvería a repetir hasta quién sabe cuándo y medirte a karatazos con tus hermanos (y a veces hasta con tus papás) por el dominio del control remoto. Porque televisión en la casa solo hay una y el reportaje del clima lo pasan a cierta hora, pero casualmente es la misma en la que transmiten la telenovela, la serie del momento y Dora la exploradora (por aquello de los hermanos menores).

Regresando al presente, una de las enormes ventajas que otorga la tecnología es que abundan las mil y un plataformas de streaming. Todas (al alcance de una suscripción, como todo en la vida) te ofrecen la posibilidad de acceder a vastos catálogos de películas, series, caricaturas y animes que puedes reproducir a la hora que quieras, en cualquier aparato que tengas a la mano. Y lo hermoso de esto es que ahora, para disfrutar de tu programa favorito, lo único que tienes que hacer es sentarte frente a la tele, la laptop o el celular y dar un clic. Sencillo, ¿no? Lo difícil luego es desengancharse de una buena serie hasta que se terminan todos los episodios disponibles (me terminé todas las temporadas de The Boys y aún no lo supero).

Y siendo adultos (o casi adultos) saturados de trabajos pendientes, tareas, estrés, facturas y demás responsabilidades incómodas, resulta excesivamente satisfactorio regresar a casa por la noche para sumergirse en Netflix, Amazon Prime o HBO por horas y horas y horas antes del amanecer. Volcar por completo tu atención en alguna película o serie después de un día agotador es el equivalente (al menos para mí) a un descanso mental. Es casi como entrar en un estado de disociación en el que tu mente se separa de tu cuerpo y de pronto ya no estás en tu habitación estresado por los problemas del trabajo, sino siguiendo las interesantes vidas de personajes que te agradan.

Ver televisión ya no es lo que era antes, en parte porque la programación abierta se ha ido quedando atrás comparada con todo lo que puedes consumir en internet. Sin embargo, ya sea en la tele o en cualquier otro aparato con pantalla, siempre será un alivio contar con la distracción de un comfort show al final de un día pesado, que te quite el estrés, te haga olvidar tus preocupaciones, y lo más importante… te haga disfrutar.